martes, 15 de diciembre de 2015

CONOCIMIENTO TRANSFORMADOR

"... el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos ..." "... te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendré en mis prisiones... Porque quizá para esto se apartó de ti por algún tiempo, para que le recibieses para siempre; no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado, mayormente para mí, pero cuánto más para ti, tanto en la carne como en el Señor." - Colosenses 3:10b-11; Filemón 10, 15-16

   La epístola de Pablo a los Colosenses  se halla íntimamente relacionada con la que el apóstol escribió a Filemón; de hecho, Filemón pertenecía a la iglesia de Colosas; y por lo tanto es favorable leer ambas cartas juntas, pues en algunos detalles nos permite interpretar mejor algunas de las enseñanzas que las dos poseen recíprocamente. Una de ellas tiene que ver con Onésimo, el siervo prófugo de Filemón y que conoció a Cristo en la prisión por medio de Pablo, y la relación que esto tiene con la enseñanza a los hermanos de Colosas sobre cómo afecta a nuestras relaciones la nueva vida en Cristo. 
    La vida de Filemón, el hombre libre; y la vida de Onésimo, el esclavo; ambas fueron alcanzadas por la gracia de Dios en diferentes oportunidades, pero a través del mismo instrumento, Pablo. El evangelio que transformó a uno en el entorno de la vida cotidiana de la ciudad de Colosas, también lo hizo con el otro dentro de un calabozo romano. Ahora que ambos son de Cristo, pueden madurar y llegar a este "conocimiento pleno donde no hay siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos."
   Porque Cristo mora en todos los creyentes, ahora todos son iguales. El evangelio desmenuza todas las barreras raciales, culturales, sociales y religiosas a través de Jesucristo quien entregó su vida "para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre" (Ef. 2:15b) La historia cuenta que en la arena de Cartago en el año 202 d.C., Perpetua, una joven de familia noble y Felicitas, una niña esclava, ambas padecieron juntas el martirio por causa de su fe en Cristo. Mientras enfrentaban a las fieras salvajes que las devorarían, ellas se tomaron de sus manos. Esclava y libre murieron al mismo tiempo a causa de su amor por el Señor. Eso es la obra del evangelio.
    Civilmente, Filemón continuó siendo un hombre libre, y Onésimo un esclavo; pero ambos sabían que Cristo les había otorgado una posición espiritual que no permitía que ninguno se gloriara o se humillara ante el otro; eran iguales a través del conocimiento transformador del evangelio y el avance  de madurez en la verdad. Hoy en día ya no vivimos en la presencia de esclavos, pero nuestra sociedad tiende a marcarnos a fuego para que conservemos cierto estatus o determinada posición, de manera que mantengamos diferencias bien marcadas el uno del otro de acuerdo al trasfondo cultural, social o educativo. Pero gracias a Dios que el evangelio continua ejerciendo su poder trascendental de modo que en el cuerpo de Cristo, es decir la iglesia, somos todos exactamente idénticos delante de Dios.
   Haz una pausa en este día y examina tu actitud hacia todos los hermanos en la fe ¿ves en ellos al mismo Señor y Salvador que te perdonó a tí? Entonces vive en ese estado de madurez y exalta la gracia, amor, e imparcialidad divina en todos tus hermanos en la fe.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso

No hay comentarios :

Publicar un comentario