lunes, 14 de diciembre de 2015

IDENTIDAD Y LABOR

"Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo." - Hechos 27:23-24

    Desde el momento de su conversión el apóstol Pablo supo para siempre cuál era su nueva identidad y cuál era su nueva labor. Aquella vez, camino a Damasco y cerca del mediodía (Hch. 22:6, 26:13) el hasta entonces conocido como Saulo recibió un cambio de vida y un cambio de tarea. Cuando Jesús le apareció por ese camino, Saulo hizo dos preguntas que resultaron ser para siempre el soporte de toda su vida y obra como dos barandas de una larga escalera que nos mantienen en la dirección correcta. Desde la polvorienta y calurosa senda damascena, dijo: "¿Quién eres Señor?" y luego, "¿Qué quieres que yo haga?" Las respuestas a esos cuestionamientos determinaron para siempre la clase de persona que sería y el lugar que ocuparía en este mundo. 
    Durante su viaje a Roma, y en medio de una gran tempestad que amenazaba con la vida de todos los navegantes, Pablo tuvo la visita del ángel de Dios que animó su vida y confirmó su destino. Pero el apóstol, desde su corazón y en la recta final de su ministerio dijo que era el ángel de Dios "de quien soy y a quien sirvo"; una confesión que es paralela a la visión que recibió el día de su conversión. "¿Quién eres Señor?" - es paralelo con "de quien soy"; y "¿Qué quieres que yo haga?" - es paralelo con "a quien sirvo." 
   De manera que este siervo de Dios nos deja una lección, no a través de una epístola o un mandamiento explícito, sino a través de una confesión espontánea que refleja la convicción que lo dominó durante toda su nueva vida en Cristo desde Damasco en su nuevo nacimiento, hasta Roma en su última parada. Puede que lo hayas considerado o no, pero esta confesión de Pablo no deja de ser la misma que debe existir en todos los hombres y mujeres transformados por el evangelio; llegan a ser de Cristo, y llegan a ser siervos de él para siempre. 
    ¿Es esta tu experiencia y consideración? ¿Acaso tomas tiempo para meditar en lo que implicó tu salvación? Ya no perteneces al reino de las tinieblas y no te perteneces a ti mismo; tampoco vives para gastar en los deseos de la carne, sino que debes hacerlo para la gloria de Dios. Si no hay una evidencia marcada en cuanto a esto, te aconsejo que examines tu cristianismo. Algunos que dicen servir a Dios, nunca han confesado que pertenecen a Cristo, y por otro lado, están los que dicen ser de  Cristo pero no le sirven ni lo honran. "De quien soy y a quien sirvo" son dos expresiones indivisibles para cualquier cristiano verdadero. Te animo hoy a examinar tu identidad, y a examinar tu labor.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso

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