"Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?... Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso" - 1 Corintios 12:15, 18
Se conocen bien porque se parecen. Uno tiene 26 huesos, 33 articulaciones, y más de 100 músculos, ligamentos y tendones; y 5 dedos; su nombre: El Pie. La otra posee 27 huesos y 35 músculos y un par de articulaciones, y por supuesto, también 5 dedos; su nombre: La Mano. Ambos son imprescindibles en el cuerpo, y sería una absoluta tontería que afirmaciones como las que Pablo utiliza para enseñarnos la lección en el pasaje, fueran ciertas. ¡Qué conflicto viviría una persona si este tipo de cosas ocurrieran de verdad!
Se pueden hacer muchas cosas con las manos y se puede ir a muchos lugares con los pies; su utilidad es indiscutible para cualquier persona, y si tienes alguna duda observa a quienes por distintas razones carecen de alguno de estos dos miembros. El cuerpo humano funciona de manera integral y todos sus miembros se necesitan mutuamente y nadie jamás diría que puede prescindir de ellos, al menos no de forma voluntaria.
Pablo utiliza una figura sumamente práctica y clara para enseñar cómo debe considerar la iglesia a cada uno de los que conforman su membresía universal, y que afecta positiva o negativamente a cada congregación local. Las diversas cualidades espirituales y funciones de los cristianos no son el resultado de las preferencias personales de cada uno de ellos, sino de un acto soberano y sabio que Dios mismo puso en su sola voluntad. Dones para servir de diferentes maneras provienen de lo alto, no de un intento de los hijos de Dios para escoger como más les agrade.
No hay duda alguna que dos cosas deben ser suficientes para que el pie no se queje por no ser mano u otra parte del cuerpo. Una, porque la mano no puede caminar; y otra porque es parte del mismo cuerpo que lo hace igualmente importante y necesario como cualquier otro miembro.
Lector, ¿tú formas parte del cuerpo de Cristo? Si es así, ¿estás frustrado por lo que no eres, en vez de estar agradecido por lo que Dios te ha hecho? ¿No te das cuenta que deshonras a Dios tratándolo como alguien que no sabe lo que hace, mientras pierdes tiempo por no usar la capacidad que sí te ha dado? Pide perdón, cambia de actitud y no dejes cojeando o manca a tu congregación por un pecado de ingratitud.
¡Dios te bendiga!
-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso
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