jueves, 26 de febrero de 2015

DIOS NO BUSCA ORIGINALES

"Y el que ofreció su ofrenda el primer día fue Naasón hijo de Aminadab, de la tribu de Judá...... El duodécimo día, el príncipe de los hijos de Neftalí, Ahira hijo de Enán. Su ofrenda fue un plato de plata de ciento treinta siclos de peso, y un jarro de plata de setenta siclos, al siclo del santuario, ambos llenos de flor de harina amasada con aceite para ofrenda; una cuchara de oro de diez siclos, llena de incienso; un becerro, un carnero, un cordero de un año para holocausto; un macho cabrío para expiación; y para ofrenda de paz, dos bueyes, cinco carneros, cinco machos cabríos y cinco corderos de un año." - Números 7:12-83

    Quien haya leído toda la Biblia en más de una ocasión, sabe que al llegar al libro de Números debe prepararse mentalmente en el capítulo siete porque contiene una de las lecturas más monótonas de todas sus páginas. Más de setenta versículos nos dicen exactamente lo mismo uno tras otro. Es la descripción de la ofrenda traída al tabernáculo para el funcionamiento del mismo, algo que con toda seguridad hemos de ubicar cronológicamente antes del capítulo cuarenta de Éxodo, pero que aparece ahora por la temática del libro de Números.
    Un versículo tras otro leemos exactamente lo mismo, la misma ofrenda, la misma cantidad de elementos; una réplica exacta durante doce días consecutivos. Los levitas que recibían cada día las cosas sin duda tenían ya preparado el lugar y distribución de todos los elementos según lo que fuese; los carros, las cucharas, las jarras, los becerros, los bueyes, etc; cada cosa en su lugar. No había nada fuera de lo común en esto salvo el hecho de que día a día aumentaba la cantidad y el espacio era menor. Sin embargo, había algo distinto que Moisés observaba diariamente; esto es, el oferente. 
    Cada día era un rostro distinto, otra persona, y una expectativa nueva. Era un momento individual y personal donde cada una de las doce tribus se veía identificada. Porque lo que le daba valor a la ofrenda no era lo que se daba sino quién y cómo lo daba. No había lugar ni atención para la originalidad en la dádiva. La importancia radicaba en el individuo y no en la ofrenda. Cuando todo estuviera completado, nadie podría señalar las ofrendas y gloriarse de haber dado más o apesadumbrarse de haber dado menos.
    El Espíritu Santo registró las ofrendas idénticas de doce días para mostrarnos lo que se logra a través del esfuerzo y servicio de toda una congregación de personas que honran al Señor de igual manera. No es la originalidad lo que cuenta sino la obediencia. Dios no está en búsqueda de tu originalidad sino de tu devoción diaria, única y personal. No busques para ti grandezas; piensa de ti con cordura conforme a la medida de fe que Dios te ha dado.
    Pero también el mismo Espíritu registró los distintos nombres para enseñarnos que Dios no se olvida de nadie y que él se interesa en cada individuo que le ama y le sirve, y tú no eres la excepción, y por esta misma razón debes procurar llegar, como cada uno de los príncipes durante doce días delante del altar,  que es para nosotros la cruz de Cristo y allí entregar, no ofrendas originales sino vidas integras, individuales y únicas para un servicio trascendente que extienda su gloria en el mundo sin Cristo.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, mate y oración-
© Copyright Ricardo Daglio - 2013

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