domingo, 1 de febrero de 2015

LA ÚNICA RAZÓN


"Deja ir a mi pueblo, para que me sirva." Éxodo 8:1

    Cuatrocientos años de esclavitud en Egipto estaban por llegar a su fin. Cuatro siglos de servidumbre tirana, opresora y despiadada que afligieron a la nación de Israel mientras igualmente era multiplicada en abundancia, ahora estaba a punto de transformase en independencia. Dios se tomó su tiempo ya antes anunciado a Abram (Gn. 15:13) y a su tiempo levantó a Moisés como profeta y a su hermano Aarón como portavoz del mensaje y ejecutante de las señales que indicaban inequívocamente que la voluntad divina declaraba que el tiempo se había cumplido para que Israel fuera libertado.
    Luego de tantos años de esclavitud pensaríamos que habría suficiente tiempo para dar una lista abundante de razones para que la nación fuera emancipada de Egipto y Faraón. El mensaje podría abundar en detalles, y sin embargo, Dios comisionó a sus siervos con uno de solamente nueve palabras: "Deja ir a mi pueblo, para que me sirva." Era un mensaje doble; primero, directamente a Faraón para que le quedara bien en claro que Jehová tenía absoluta autoridad sobre él para demandarle lo que quisiera. Segundo, indirectamente a Israel para que supiera que existía una única razón por la cual serían liberados: Para servir. Libres de la esclavitud de Egipto para servir a Dios para siempre. Ninguna otra cosa se expresaba en el mandato porque ninguna otra cosa esperaba más que esto: Un pueblo que le sirva por amor.
    No hace falta avanzar mucho en la lectura del Nuevo Testamento para que apreciemos que es este también el propósito para el creyente y para toda la iglesia de Cristo. Y comenzando desde el mismo Hijo de Dios "como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos." (Mr. 10:45). Y es un recordatorio natural para el creyente, "Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna." (Ro. 6:22)
    Ninguna otra marca es más rotunda y categórica para constatar la salvación y regeneración de un alma que la transformación de un pecador enemigo de Dios en un servidor y seguidor de Cristo, "porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero," (1 Tes. 1:9).
    Si has sido libertado de la esclavitud del pecado por la gracia de Dios a través del evangelio de su Hijo, es bueno recordar a tu alma cada día que fue para servir a Dios con toda tu mente, alma y corazón; esa es la única razón.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, mate y oración-
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