martes, 3 de febrero de 2015

NO TE DEJARÉ IR FÁCILMENTE

"Y fue dado aviso al rey de Egipto, que el pueblo huía; y el corazón de Faraón y de sus siervos se volvió contra el pueblo, y dijeron: ¿Cómo hemos hecho esto de haber dejado ir a Israel, para que no nos sirva?" - Éxodo 14:5

    Es absolutamente claro que todos, egipcios e israelitas, fueron testigos del poderoso brazo de Jehová para liberar a su pueblo Israel de la servidumbre de Egipto. Faraón, que se negó más de una decena de veces en dejarlos ir, finalmente les rogó que se fueran. Israel despojó a los egipcios cuando salió y la victoria de Dios sobre los ídolos de Egipto y toda la nación se hizo completamente evidente. Dios liberó a su pueblo y la esclavitud llegó a su fin; fue una completa y absoluta redención marcada por sangre y recordada para siempre en la pascua por toda la nación hebrea. Israel era ahora un pueblo comprado por sangre; su dueño ya no era Faraón, sino Jehová quien los redimió de una sola vez y de manera completa.
    Poco tiempo después, muy pocas horas quizá, Faraón y sus siervos cuestionaron duramente lo que había acontecido, mostrando lo profundo de sus intenciones con la pregunta que contiene una gran instrucción para nuestras almas, "¿Cómo hemos hecho esto de haber dejado ir a Israel, para que no nos sirva?" No iba a ser así de fácil, Faraón aún quería a los hebreos como siervos para siempre. Faraón y sus siervos no admitirían hasta la muerte que Israel dejara de prestar servicios a Egipto, su rey y su estilo de vida.
    ¿Acaso no es esta una figura excelente y profundamente instructiva para el hijo de Dios que ha sido librado para siempre por la redención a través de la sangre de Jesucristo? "Consumado es" - dijo el Hijo del Hombre antes de entregar su espíritu; y ese final fue el comienzo de la liberación de la esclavitud del pecado para todos aquellos quienes confían en los méritos del Salvador para el perdón todas sus transgresiones. "Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres"- (Juan 8:36). Mas al igual que Faraón con Israel y a pesar de la completa y total liberación, también los nacidos de nuevo reciben la misma amenaza y cuestionamiento de su antiguo dueño, el ahora enemigo de sus almas, Satanás: "¿Cómo hemos hecho esto de haber dejado ir este convertido para que no nos sirva?" Y comienza de esta manera una profunda lucha espiritual, pues el león rugiente clama como Faraón a la conciencia y el alma de los redimidos: "Perseguiré, apresaré, repartiré despojos; Mi alma se saciará de ellos; sacaré mi espada, los destruirá mi mano." (Ex. 15:9). 
    El Nuevo Testamento lo pone con estas palabras: "Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis."(Gál. 5:1), hablando de nuestra propia naturaleza caída; pero también desde la misma oposición del diablo, "...vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;" (1 Pe. 5:8). No hay tregua. No hay punto medio. Hemos sido librados para servir al Dios vivo, pero Satanás no cesará en su empeño para que le sirvamos aún a él. ¿Qué hemos de hacer? Confiar en las mismas promesas en que confió la nación de Israel: "Soplaste con tu viento; los cubrió el mar; se hundieron como plomo en las impetuosas aguas. ¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios? Extendiste tu diestra; la tierra los tragó. Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste; lo llevaste con tu poder a tu santa morada." (Ex. 15:10-13) y sumarle aquellas con las que Pablo exhortó a las iglesias de Galacia: "Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu." (5:24-25).


¡Dios te bendiga!

-Biblia, mate y oración-
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