"Y viéndolo los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto? porque no sabían qué era. Entonces Moisés les dijo: Es el pan que Jehová os da para comer." - Exodo 16:15
Poco tiempo después de la salida de Egipto y el cruce del Mar Rojo, Israel comenzó a quejarse contra Dios por la falta de comida y agua. Muy pronto ellos mostraron lo que había en sus corazones y que la liberación física de la esclavitud no determinó en todos la liberación espiritual de sus almas por falta de fe en la promesa. Mas Dios en su gran misericordia mostró una y otra vez sus bondades para con aquellos que había rescatado para siempre de mano de Faraón. La historia de la provisión de Dios para con su pueblo en el desierto incluye el Maná como una de las primeras manifestaciones de gracia y bondad para con todos ellos, alimentándolos por el resto de los cuarenta años que estarían rodeando el desierto antes de entrar en la tierra prometida. El maná fue provisión del cielo para ellos, "Sin embargo, mandó a las nubes de arriba, y abrió las puertas de los cielos, e hizo llover sobre ellos maná para que comiesen, Y les dio trigo de los cielos. Pan de nobles comió el hombre; Les envió comida hasta saciarles." (Sal. 78:23-25). Aún siendo una provisión celestial, los israelitas lo nombraron con una pregunta "¿qué es esto? porque no sabían qué era."
Inequívocamente el Nuevo Testamento corrobora que el maná es una figura del Señor Jesucristo "Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo." (Jn. 6:32-33). La figura paralela es divinamente ocurrente, puesto que de la misma forma que el maná alimentó físicamente al pueblo, así también Cristo alimenta espiritualmente a los suyos.
Pero el pueblo le llamó "¿Qué es esto?" y de la misma manera el Hijo de Dios recibió el cuestionamiento de parte del mundo y de los suyos, "En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron." (Jn. 1:10-11). No fue un error, fue el cumplimiento de la profecía de Isaías "...le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres..." (Is. 53:2-3).
Sin embargo, lo que resalta uno de los evangelistas, es cómo sus propios cercanos trataron a Cristo como fue considerado el maná por Israel en el desierto, "...y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?"(Mr. 4:41). Terminando su ministerio, Jesús preguntó a Felipe, "¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe?" (Jn. 14:8). ¿Acaso piensas que no es posible que tú olvides quién es realmente el Salvador? ¿Piensas que tu visión espiritual nunca se empaña para dejar de ver a Cristo tal y cual lo revelan las Escrituras? Las flaquezas espirituales del hijo de Dios en este mundo no son otra cosa que una pérdida de enfoque sobre quién es su Redentor; "¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?" (Gál. 3:1). Abrumado por las circunstancias adversas, las tentaciones, aflicciones y pecados, el creyente pierde de vista la grandeza de Cristo y frente a la abundancia de sus virtudes y riquezas reveladas en la Escritura el cristiano no hace más que preguntar: "¿Quién es este del que tanto hablan estas páginas?" Pierde su visión y olvida a su Salvador en medio del dolor y las penurias.
¿Y qué dice tu alma de Cristo en este día? ¿Qué descripción hace de tu Señor? ¿Cuánto hace que ya no sabes quién es él, que has dejado de contemplar su gloria y bondades? Mira nuevamente a la cruz y oye al Espíritu Santo decir de Cristo a tu alma: "Es el pan que Jehová os da para comer."
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
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