"Así apartaréis de sus impurezas a los hijos de Israel, a fin de que no mueran por sus impurezas por haber contaminado mi tabernáculo que está entre ellos." - Levítico 15:31
Mientras que la lectura de ciertos capítulos de Levítico pueden parecer absolutamente fuera de comprensibilidad para nosotros por la temática de los mismos, los mandatos allí establecidos no lo eran para Israel saliendo de una nación pagana donde habían estado cautivos y yendo hacia un territorio donde la inmoralidad, irreverencia y todo tipo de pecado eran moneda corriente. A través de situaciones que tenían que ver con eventualidades físicas tanto para el hombre como para la mujer, Dios les ilustró una y otra vez la diferencia existente entre la pureza y la impureza.
Finalizando esta amplia sección de las leyes levíticas concernientes a la pureza ceremonial, Dios concluye especificando el propósito principal y radical de todo lo instituido: Apartar a los hijos de Israel de sus impurezas... para que no mueran por sus impurezas... Esta es sin duda alguna la razón principal que concernía a ellos como pueblo; pero el asunto central era otro, a saber, "mi tabernáculo que está entre ellos." Lo que definía las impurezas era la presencia de Dios entre ellos y era imposible acercarse a Dios sin estar apartado de las mismas.
Sería siempre una gran tristeza y afrenta que los hijos de Israel "murieran por sus impurezas" teniendo todos los medios para ser apartados de ellas en la manera que Dios lo había comunicado a Moisés que debían hacerlo. Pero el mandato indica que esa era una posibilidad. Morir en sus impurezas. Qué cosa tan triste es saber que aunque los medios para una vida de santidad y apartada de pecado están a disposición de todos los herederos de la salvación, muchos los ignoran y deben ser tratados por el Espíritu Santo con severidad santa para que no contaminen el testimonio de Cristo con una vida licenciosa y libertina.
¿Quién hay que pretenda la libertad de acercarse al trono de gracia sin apartarse de pecados concretos y conocidos, practicados y no abandonados? ¿Quién hay que crea que Dios ha cambiado sus estándares santos para dejar sin juicio la iniquidad consciente de su pueblo o pasando por alto las transgresiones de sus hijos? El es el mismo "quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras." (Tito 2:14).
Examina hoy y recuerda todos los medios que el Señor te ha dejado en su palabra y que tienen como propósito apartarte prácticamente de cualquier iniquidad que te incapacite para acercarte a él con limpia conciencia. Recuerda la oración del salmista: "Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado." (Salmo 66:18).
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
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