"El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará." - Levítico 6:13
Este era el requisito principal que todos los sacerdotes debían recordar. Una pequeña frase expresada por Dios a Moisés en medio de las leyes de los sacrificios. Única, pero vital. Dado que los primeros ocho capítulos de Levítico son instrucciones a los sacerdotes, no es sino hasta el capítulo 9 que aprendemos que la primera ministración pública de Aarón fue por medio de una ofrenda de reconciliación entre el pueblo y Dios y es allí donde sabemos cómo fue encendido el altar por vez primera: "Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros." (9:24).
De allí en más, día y noche, la llama del altar permanecía encendida; los sacerdotes y levitas continuamente alimentaban el fuego para que nunca se apague. Dios estaba dando una doble señal a su pueblo; PRIMERO, les estaba diciendo que él fue quien descendió a ellos y que siempre podían acercarse a él, que siempre el Dios que los redimió de la esclavitud y los hizo su especial tesoro, estaba allí, accesible y dispuesto a recibirlos. En SEGUNDO lugar, les estaba diciendo que no podían acercase de otra manera que no sea a través del sacrificio, únicamente la confesión del pecado y la ofrenda era lo que el altar del holocausto admitía sobre el mismo. El fuego encendido no era para otra cosa.
Que bien haremos en recordar que tenemos acceso a la presencia de Dios constantemente y de la misma manera, solamente por medio del Calvario. Dios encendió el fuego primeramente, enviando a su Hijo, "Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo." (1 Jn. .4:14). Siempre está a disposición nuestra. A diferencia de los sacerdotes, nosotros no debemos mantener el fuego encendido porque la obra de Cristo es permanente y eterna. Igualmente, nos recuerda que jamás nos podremos acercar a Dios con efectividad alguna sino por los méritos de su Hijo, "porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre." (Ef. 2:18).
Hay sin embargo, un aspecto que sí hemos de cuidar y considerar con atención: Un altar no frecuentado es un altar sin sentido, a pesar de estar encendido. ¡Qué necedad y falta de devoción es la que demostramos tan a menudo cuando no acudimos a la cruz para gloriarnos en ella! ¡Qué gran demostración de autosuficiencia y de espíritu profano comunica el pueblo de Dios cuando no se acerca al altar de Dios para beber de sus beneficios! Mantengamos, en este sentido, siempre encendido el poder de la cruz en nuestras vidas y deleitémonos en los méritos de nuestro Sumo Sacerdote Jesús quien siempre está para aliviar las cargas de su pueblo.
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
© Copyright Ricardo Daglio - 2013
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