"todos los que entran en compañía para ministrar en el tabernáculo de reunión." - Números 4:35
De acuerdo al capítulo cuatro de Números, el total de levitas en condiciones de ministrar en el tabernáculo al tiempo que Moisés los censó fueron ocho mil quinientos ochenta; muchos menos que la cantidad de personas aptas para la guerra que poseían otras tribus. La batalla espiritual tenía menos gente a disposición que las batallas humanas y sin embargo, debían cumplir su trabajo.
Por esta razón era menester de que a pesar que los levitas se distribuían el trabajo por familias, al momento de su turno entraran en compañía para ministrar en el tabernáculo. Es un detalle de magna importancia que no hemos de dejar de ponderar. El armado y desarmado del tabernáculo era tan minucioso y serio que resultaba imprescindible que los que realizaban su labor lo hicieran al mismo tiempo, en compañía y como un ministerio, no como una tarea sin relevancia. Todos dependían de todos; los gersonitas de los coatitas y los meraritas de los gersonitas; y cada grupo juntos y ministrando al Señor.
Es causa de desazón observar que el pueblo de Dios en tantas oportunidades están juntos en compañía pero no ministran al Señor. Otros, ministran, pero no lo hacen en compañía de sus hermanos en la fe. Y un tercer grupo, simplemente están juntos pero no hay sentido ni de unidad ni de ministerio. La iglesia de Cristo en cada grupo local de creyentes debe velar por el mantenimiento de este cordón de tres dobleces, unidad, compañía y ministerio. Son inseparables, son el atractivo del cuerpo de Cristo. Es la garantía de una iglesia local victoriosa cuando el pastor puede decir de sus hermanos lo que dijo Pablo a los filipenses acerca de Timoteo: "Pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús. Pero ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio." (Fil. 2:20-22).
Con cuanta razón la exhortación a los hebreos llegó oportunamente cuando la escritura inequívocamente declara "Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca." (He. 10:24-25). Qué triste es que quienes se jactan de vivir en el capítulo de la fe de Hebreos 11, no tengan reparo en desobedecer mandatos tan explícitos como los versículos citados arriba. Existen pocas dudas de que las familias levitas no se animaran unos a otros al momento de ministrar, estando algunos tristes o cansados, o desganados o molestos; cada vez que tocaba su turno, eran muchos los que debían moverse y animarse unos a otros a fin de que estuviera el equipo completo.
No puedes vivir un cristianismo aislado, no existe tal cosa; debes velar por estar en compañía de aquellos que temen al Señor. "Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos." (Sal. 122:1); "¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es Habitar los hermanos juntos en armonía!" (Sal. 133:1). ¡Amén!
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
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