jueves, 9 de abril de 2015

DIOS NO ESTÁ MUDO

"El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí; y la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia. Y aconteció un día, que estando Elí acostado en su aposento, cuando sus ojos comenzaban a oscurecerse de modo que no podía ver, Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca de Dios; y antes que la lámpara de Dios fuese apagada, Jehová llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí." - 1 Samuel 3:1-4

    Es un tiempo sombrío en la historia de Israel cuando en las páginas de la Escritura aparece en escena el joven Samuel. La precaria condición espiritual de la nación no solamente se generaba por la violenta inmoralidad y mal ejercicio del sacerdocio por parte de los hijos de Elí, sino también, y tristemente por la ausencia casi total de la palabra de Dios a través de profetas y videntes.
    Ninguna de estas cosas afectó directamente a Samuel; ni la impiedad de Ofni y Finees, ni la pasividad del sumo sacerdote Elí, ni el menosprecio que el pueblo hacía de las ofrendas del Señor. Y ninguna de estas cosas limitó a Dios para hacer su obra en medio de su pueblo. Pero Dios esperó al joven Samuel para poder tener un receptor limpio y dispuesto para finalizar con el período de escasez de su revelación. Finalmente, Dios habló, porque Dios nunca ha estado mudo y siempre ha sabido comunicar su voluntad. Es llamativo el momento en que decidió hacerlo pues fue "antes que la lámpara de Dios fuese apagada.
     No nos parecen extrañas las circunstancias de Samuel cuando miramos a nuestro alrededor a la iglesia del Señor. No esasea la religión, pero sí hay falta de revelación. No revelación extrabíblica engañosa, ni de profecías o de los falsamente llamados apóstoles; de esto hay abundancia. Pero sí ausencia de enseñanza nutritiva y escritural, expositiva y con implicaciones definidas. Enseñanza que hace clamar a los corazones "heme aquí.
    La exposición de tus palabras alumbra, hace entender a los simples." (Sal 119:130) Gran parte de esta escasez es la negligencia de la iglesia de leer y meditar en la Palabra de Dios, pero también lo es la falta de los ministros en meditar, estudiar, exponer y proclamar la Palabra como también   defender la suficiencia de la Escritura para todo asunto espiritual que deba ser tratado en el alma del hombre y de la iglesia.
    La iglesia no necesita grandes teólogos, la iglesia necesita grandes corazones; corazones senibles que puedan perseguir aquello que Dios se deleita en observar, "...miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra." (Is. 66:2).  Ministros livianos como Elí, hay muchos, y falsos e inmorales como Ofni y Finees, abundan por doquier; pero hombres y mujeres como Samuel son la necesidad más grande para el pueblo de Dios hoy en día.
    Gracias damos que a pesar de la decadencia imperante, Dios aún sigue hablando.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, mate y oración-
© Copyright Ricardo Daglio - 2013


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