"Y Jabes fue más ilustre que sus hermanos, al cual su madre llamó Jabes, diciendo: Por cuanto lo di a luz en dolor. E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió." - 1 Crónicas 4:9-10
En el medio de una larga lista de nombres, todos importantes ellos; el Espíritu Santo se deleita en dejarnos una nota sobre el logro de un individuo en medio de cientos de ellos. Su comentario en las listas se detiene para destacar a una persona, Jabes el varón ilustre por encima del resto de sus hermanos. El vocablo hebreo para "ilustre" es "hombre rico." Jabes era una hombre rico, pero su nombre significa "el que causa dolor." Así lo llamó su madre cuando lo dio a luz, recordando el hecho.
Quizá fue el dolor del parto o quizá fue dolor en sus circunstancias. Lo cierto es que el niño llevó el nombre de la aflicción. Pero nada de esto logró derrumbar a Jabes, especialmente en lo que respecta a su relación con Dios. Jabes buscó la bendición de Dios, "¡Oh, si me dieras bendición..."; la provisión de Dios, "y ensancharas mi territorio"; la compañía de Dios, "y si tu mano estuviera conmigo"; y la protección de Dios, "y me libraras de mal, para que no me dañe." En todo Dios le respondió, porque pidió.
No somos llamados a orar de la misma forma. No necesariamente la oración de Jabes es un modelo para imitar, pero de lo que sí no hay duda es que la oración que surge de la aflicción es más importante que lo ilustrado, rico o bienaventurado que uno pueda ser materialmente. La oración de Jabes es un triunfo de la gracia de Dios en la vida de un hombre de aflicción.
No hay error alguno en lo que el Espíritu Santo dejó inspirado sobre Jabes, por el contrario hay abundante ejemplo para nosotros; lo sabemos porque el mismo autor de la escritura volvió a recordarnos que la práctica de este antepasado de Jesucristo de la tribu de Judá era encomendable de todas maneras, pues Santiago se encargó de registrarlo, "¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración." (Stgo. 5:13). Por eso y quizá nada más, Jabes era un hombre ilustrado y un hombre feliz.
Que nuestro testimonio pueda ser igual al de los santos del Antiguo Testamento quienes como Jabes también pudieron orar y confesar, "En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos." (Sal. 18:6)
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
© Copyright Ricardo Daglio - 2013
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