"Entonces habló uno del pueblo, diciendo: Tu padre ha hecho jurar solemnemente al pueblo, diciendo: Maldito sea el hombre que tome hoy alimento. Y el pueblo desfallecía. Respondió Jonatán: Mi padre ha turbado el país. Ved ahora cómo han sido aclarados mis ojos, por haber gustado un poco de esta miel." - 1 Samuel 14:28-29
Ya el rey Saúl estaba mostrando su falta de dependencia divina, su orgullo y su impaciencia en poco tiempo de reinado. Y ahora, en medio de una situación crítica de guerra contra los filisteos juramenta a los soldados a no probar un solo bocado de pan diciéndoles, "Cualquiera que coma pan antes de caer la noche, antes que haya tomado venganza de mis enemigos, sea maldito. Y todo el pueblo no había probado pan." (v. 24). En verdad, Saúl no pensaba en otra cosa que en su propia gloria. Nada le importaba más que obtener resultados que engrandecieran su persona, y si era necesario usar la gente para esto, no aparentaba tener reparo alguno.
Pero Jonatán, en ignorancia del juramento pero con absoluta sencillez y sentido común mostró al probar la miel, que su padre no sólo había puesto en apuro al ejército sino que también lo había turbado al privarles de disfrutar de algo que los hubiera ayudado física y mentalmente en momentos de mayor necesidad. La historia nos dice más adelante que el pueblo quebrantó la ley al comer lo que no debían en su apuro por saciar el hambre. Como se dice, fue peor el remedio que la enfermedad.
Hemos de ser precavidos con las privaciones y prohibiciones cuando éstas no provienen de mandatos expresos de la palabra de Dios. De lo contrario la carne se fortalece, pues lejos de mortificarla por medio del Espíritu se la aprovisiona con vanos esfuerzos por mostrar espiritualidad a través de limitaciones ridículas. Dios nos ha dado todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos y cuando hacemos del ascetismo nuestro dios, entonces todo lo que Dios tiene preparado para nuestro bien, se desvanece.
Cuando la fe se edifica sobre temores y legislaciones y no sobre la libertad en Cristo, entonces nos retrasamos notablemente en nuestro andar espiritual, "Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne." (Col. 2:20-23)
Acostumbrémonos a mantener los ojos abiertos con la palabra de Dios que es más dulce que la miel que destila del panal pues tenemos la promesa, "El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos" (Sal. 19:8). No aceptes imitaciones que promueven falsa piedad pero no dan gozo al corazón.
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
© Copyright Ricardo Daglio - 2013
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