"Y repartiendo los trescientos hombres en tres escuadrones, dio a todos ellos trompetas en sus manos, y cántaros vacíos con teas ardiendo dentro de los cántaros... Y los tres escuadrones tocaron las trompetas, y quebrando los cántaros tomaron en la mano izquierda las teas, y en la derecha las trompetas con que tocaban, y gritaron: ¡Por la espada de Jehová y de Gedeón!"- Jueces 7:16 y 20
Todos conocemos esos Nuevo Testamentos pequeños, de color azul en su mayoría, repartidos por los Gedeones Internacionales. En su portada tienen el logo de una pequeña vasija con una llama sobre ella. Todo un símbolo que representa una verdad indiscutible, a saber, que la luz para brillar iluminando tiene que dejarse ver. Pero por cierto que la imagen es tomada de la historia que, en resumen, relatan los versículos de cabecera de hoy. Luz en la oscuridad que desbarata al enemigo.
Un ejército inmenso de madianitas asechaban al Israel en desobediencia, pero Gedeón, el hombre que Dios había escogido para la liberación ya estaba en el camino de la obediencia para librar la batalla que significaría la victoria definitiva sobre el enemigo. En esta batalla Dios permitió que este varón de la tribu de Manasés, escogiera sólo trescientos hombres con los cuales hacer frente al adversario. En sus manos, ante la batalla inminente, estos valientes solamente tenían una trompeta en una mano y una vasija con luz en la otra. Nada más. La escritura es específica al decir que tenían "cántaros vacíos con teas ardiendo dentro de los cántaros". Sin embargo, no necesitaron otra cosa para vencer; y el único requisito fue la obediencia y quebrar los cántaros a la indicación de Gedeón.
¡Qué gran figura es esta del poder del evangelio! La iglesia es vista como los trescientos hombres en comparación al ejército de Madián, limitados en número y en poder razonable para tener victoria. Pero lo que hace el milagro es la luz que lleva. Solamente es necesario quebrar el cántaro en el momento preciso para que la luz, que es Jesucristo, haga estragos en el reino de las tinieblas. Sólo cántaros vacíos somos, pero con un poder inigualable aunque no nos pertenece. "Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos." (2 Cor. 4:7-10).
Es todo lo que Dios requiere de nosotros, sin ser numerosos, pero como instrumentos que simplemente tienen sentencia de muerte en sus vidas para que el Evangelio de Cristo alcance a quienes aún viven en tinieblas espirituales y podamos hacer caso al mismo mandato que el apóstol Pablo supo obedecer de parte de Jesús, "para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados." (Hechos 26:18).
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
© Copyright Ricardo Daglio - 2013
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