"Tus testimonios son muy firmes; la santidad conviene a tu casa, oh Jehová, por los siglos y para siempre." - Salmo 93:5
Una y otra vez la palabra de Dios atestigua de la veracidad de la voz de Dios. No hay razón para dudar en absoluto de todo lo que Dios ha dicho en ella. Cuando su ley es catalogada como "testimonios" es porque muestra como ella refleja la certeza de las demandas divinas y las responsabilidades del hombre para con la misma. No hay cláusulas intermedias de acuerdos para una obediencia progresiva o que de lugar a discusión alguna. Dios declara sus testimonios y no hay ningún tipo de legislación que pueda anular los mismos.
La razón de esto se debe a que la palabra de Dios está ligada a su santidad, que es absoluta. Dios es perfecto en su naturaleza y en sus actos. Por esto el salmista dice que ninguna otra cosa es conveniente para Dios como habitación sino su vínculo con la santidad. Así lo atestiguó por medio del profeta Isaías "Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad..." (57:15).
Es esta una condición eterna en la naturaleza de Dios "por los siglos y para siempre." Piensa en esto, ninguna cosa que Dios pida al hombre tiene otro propósito que santificar su nombre y contagiar de este mismo atributo a quien obedece a su palabra. "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad." (Jn. 17:17). El término hebreo que expresa que los testimonios de Dios son "firmes" no es otro que אָמֵן amén; una palabra con la que estamos más que familiarizados por usarlo cuando oramos. Pero sobre todas las cosas, es un título del Hijo de Dios, "He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero..." (Ap. 3:14), y significa "así sea." Jesucristo es el mayor ejemplo de la firmeza de los testimonios de Dios.
Nos gusta pensar en el amén como una seguridad sobre las promesas de Dios para nosotros, pero es también una seguridad del juicio de Dios sobre los desobedientes. No existe una sola cosa que él haya hablado para nuestro bien que no será cumplida a la perfección; pero tampoco se debe olvidar que ninguna impiedad que se burle de su santidad será pasada por alto. ¡Cuánto debemos dar gracias a Dios por la santidad de su palabra y la firmeza de la misma! ¡Cuánto debemos procurar ampararnos bajo la certeza de su voz!
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
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