jueves, 27 de agosto de 2015

DE UNA FORMA O DE OTRA

"Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes... Y ve y entra a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales y diles: Así ha dicho Jehová el Señor; escuchen, o dejen de escuchar." - Ezequiel 2:7; 3:11

    Dios siempre tiene sus siervos para llevar adelante su obra. Mientras Jeremías ministraba en Judá a los que pronto irían en cautividad; Ezequiel lo hacía en Babilonia a donde fue llevado en la segunda deportación en el año 597 a.C. Cómo Jeremías, también Ezequiel era sacerdote y Dios no esperó un minuto más para llamarlo a ministrar pues él mismo dice, "Aconteció en el año treinta... vi visiones de Dios" (1:1); treinta años era la edad en que los sacerdotes comenzaban su ministerio (Nm. 4:3).  
    Supo el profeta desde el inicio que el mensaje de Dios por medio de su boca podría ser escuchado o no. Dios no le dijo a Ezequiel "háblales si te escuchan, y sino, no lo hagas"; eso no estaba en discusión, y la palabra de Dios debía ser entregada de una forma o de otra. ¿Qué hace un hombre que ha sido llamado por Dios a ministrar pero que encuentra rechazo, oposición e indiferencia al mensaje que ha sido comisionado a predicar? ¿Qué es lo que sostiene a un predicador frente al antagonismo y la frialdad de los oyentes? Saber cuál es el origen del mensaje que comunica. Sesenta veces se repite en este libro la expresión "yo soy Jehová el Señor" (o su equivalente). De manera que desde el primer momento, el profeta Ezequiel supo que no era llamado a expresar sus ideas, sino lo que Dios decía, su Palabra, "les hablarás, pues, mis palabras"
    Cierto es que Dios ha dejado en su iglesia a pastores y maestros para la edificación del cuerpo de Cristo y que ellos deben proclamar el mensaje que Dios les da para sus congregaciones; pero no es menos cierto que la palabra de Dios señala a todos los creyentes como "linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para (anunciar) las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 Pe. 2:9). De modo que tú también tienes una responsabilidad frente a oídos abiertos o cerrados; en tu trabajo, con tus familiares, tus amigos, vecinos o quien sea que Dios ponga en tu camino. Tienes la responsabilidad de hablarles de Jesucristo "escuchen o dejen de escuchar"; puesto que no sabes si sus corazones son de "junto al camino, en pedregales, entre espinos o en buena tierra." No es tu mensaje, es lo que "ha dicho el Señor". Habla de Cristo, proclama el evangelio, el arrepentimiento, el perdón de pecados, la salvación, el juicio venidero, el infierno y el cielo. No calles ninguna cosa que haya salido de la boca del Señor y que los hombres deban saber.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso

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