lunes, 3 de agosto de 2015

"YO TAMBIÉN SOY EL PRIMERO"


"De doce años era Manasés cuando comenzó a reinar ... hizo lo malo ante los ojos de Jehová ... se excedió en hacer lo malo ante los ojos de Jehová... Manasés, pues, hizo extraviarse a Judá y a los moradores de Jerusalén, para hacer más mal que las naciones que Jehová destruyó delante de los hijos de Israel... Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres. Y habiendo orado a él, fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios." - 2 Crónicas 33:1, 2, 6, 9, 12-13

    Es este un resumen del perfil de Manasés, hijo del piadoso rey Ezequías. Su historia es profundamente desgraciada en cuanto a su impiedad y pecaminosidad excesiva, pero también es un triunfo de la gracia de Dios en lo que respecta a su arrepentimiento y conversión. Si el hubiera podido leer las palabras del apóstol Pablo a Timoteo en su primera epístola (1:15) "Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero", seguramente hubiera exclamado sin vacilación: "¡Yo también soy el primero!" 
    No nos debe sorprender encontrar estos relatos en la palabra de Dios, ya que ella nunca oculta el pecado de los personajes que se encuentran a través de sus páginas. Manasés no hizo más que mostrar la condición del corazón del hombre y especialmente en alguien que tuvo un padre piadoso como era Ezequías quien celebró una de las pascuas más grandes de la nación. No obstante esto, el entorno piadoso, las celebraciones estipuladas en la ley, una crianza bajo la influencia espiritual de un padre que resistió las blasfemias contra Dios de parte de los asirios, Manasés con doce años tenía un corazón impío y pervertido.  Cincuenta años reinó y muchos de ellos fueron marcados por sus prácticas abominables que contagiaron y desviaron a toda la nación. La palabra de Dios es específica, Manasés superó en sus pecados a todos las naciones que habitaron antes la tierra de Canaán. Nada que agregar para describir su maldad.
    Pero -bendita gracia de Dios- Manasés es también una victoria absoluta de la gracia de Dios y que nos permite tener la certeza absoluta de que no hay condición de pecado de la cual Dios no pueda sacar a un ser humano que humilla su corazón y se arrepiente de verdad.  Es que aunque  Manasés no podía decir como Pablo que "lo hice por ignorancia, en incredulidad", si podía decir "fui recibido a misericordia" (1:16). Y esta siempre es la historia de los que estando hundidos en las más profundas suciedades del pecado, son rescatados por Jesucristo: Recibidos a misericordia. 
    ¿Tu historia? Oh, claro que quizá pueda ser una de insondables maldades y pecados, pero el rey Manasés podría decirte que haces mal en pensar que no hay esperanza. La razón es que la gracia de Dios y la eficacia de la obra de Jesucristo son infinitamente mayores a tus pecados. Solo hace falta tomar el buen ejemplo del rey de Judá y humillarte ante Dios. Bendito sea el Señor quien persiste invitando al pecador con las mismas gloriosas palabras: "Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta:si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana" (Is. 1:18). Si tú eres de los primeros, tienes esperanza garantizada.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso

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