"Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis" - Jeremías 29:10-11
Mientras que los falsos profetas hablaban de un presente fabuloso con un futuro mejor, aún cuando ambas cosas eran una absoluta mentira; el profeta Jeremías anunciaba un presente fatal pero con un futuro esperanzador para todos los que aprendieran que la sujeción a la disciplina de Dios era el único camino seguro. Con el calendario en la mano, Jeremías pudo inclusive hablar de la cantidad de años que duraría el juicio de Dios sobre la nación. Todavía más, él fue capaz de asegurarles a quienes ya estaban bajo el yugo de la esclavitud de Babilonia, cuál era la calidad y la temática de los pensamientos divinos para con ellos.
Dios finalmente les daría lo que ellos esperaban, pero ¿cómo estar seguros de que lo que ellos esperaban era lo que Dios esperaba? ¿Acaso Dios se sujetaría a cualquier deseo del pueblo? Note el lector lo que el Señor haría con ellos durante el exilio: "yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra" - Ellos pensarían como Dios quería que pensaran; ellos tendría un corazón completamente transformado - "y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón" (v.13); Dios no los habría mantenido en Babilonia durante siete décadas sólo para un escarmiento caprichoso, sino para una lección del todo rectificadora para el alma y el corazón.
¿Qué sentido tiene la disciplina si solamente cambia la conducta pero no las intenciones? ¿Qué valor tiene la corrección si solamente logra en nosotros que hagamos las cosas para no volver a escarmentar? ¡Ah!, pero si la reprimenda de Dios viene acompañada por el poder de su palabra que transforma el corazón y renueva la mente, entonces y sólo entonces lo que tanto esperamos nosotros en medio de la disciplina es exactamente lo que Dios tenía pensado para nuestras vidas.
Cuando atravesando la escuela de la disciplina comienzas a desechar tus ideas y razonamientos y empiezas a ceder terreno a la palabra de Dios que transforma y renueva, es entonces que llega una completa tranquilidad interior que te hace confesar con Job: "...El, pues, acabará lo que ha determinado de mí" (Job 23:11). Desde la hora que Jesucristo te salvó, Dios jamás ha tenido un pensamiento que no sea bueno y favorable y lleno de paz para contigo. Ni una sola vez piensa el mal para ti, ni una sola vez hay argumentos de enemistad, ni una sola vez hay amenazas de condenación; Nunca. Jamás. Pero cuando piensa paz para ti, no lo hace sin considerar lo que precisas para que la experimentes de verdad, y a veces es necesaria la disciplina. ¡Qué buena es la disciplina cuando Dios ya lo sabe todo de antemano!
¡Dios te bendiga!
-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso
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