"Quieto estuvo Moab desde su juventud, y sobre su sedimento ha estado reposado, y no fue vaciado de vasija en vasija, ni nunca estuvo en cautiverio; por tanto, quedó su sabor en él, y su olor no se ha cambiado" - Jeremías 48:11
Llegó el momento para que Jeremías proclamara el juicio de Dios a las naciones extranjeras; por cuarenta y cinco capítulos se ocupó de Judá; pero los capítulos 46 al 51 tienen que ver con los oráculos a las demás naciones circundantes. Cuando fue el turno de Moab -descendientes de Lot (Gn. 19)- Jeremías utilizó, entre otras cosas, la imagen del vino para hacer mención de lo que Dios haría con ellos como nación. Moab era conocido por su buen vino y ellos entenderían muy bien a qué se refería Jeremías con la expresión que hoy ocupa nuestro texto. Las uvas eran pisadas y el jugo puesto en vasijas u odres para facilitar su fermentación. Luego de cuarenta días, el vino fermentado era cuidadosamente vaciado en otros recipientes para separarlo completamente de los sedimentos; si esto no se hacía, el vino se echaba a perder. El traspaso y movimiento era imprescindible para la calidad del vino.
En el caso de Moab, Dios utilizaría la campaña militar de los caldeos para sacudirlos de su extrema confianza y complacencia "que reposan tranquilos como el vino asentado, los cuales dicen en su corazón: Jehová ni hará bien ni hará mal" (Sof. 1:12); pero también por causa de sus pecados - "hemos oído la soberbia de Moab, que es muy soberbio, arrogante, orgulloso, altivo y altanero de corazón" (29). Entonces "yo le enviaré trasvasadores que le trasvasarán; y vaciarán sus vasijas, y romperán sus odres" (12) - dijo Dios a través de Jeremías.
Existen situaciones en las que únicamente el movimiento brusco de las circunstancias de nuestras vidas, de la salud o de la economía, van a hacer posible que seamos la clase de individuos que Dios quiere que seamos. Hay un efecto purificador del alma que solamente el dolor puede lograr, porque toda la impureza espiritual y las amarguras del pecado que se han acumulado como resultado de una confianza desmedida y un descuido de la gracia de Dios, no son quitadas del corazón sino por medio de las manos de los trasvasadores celestiales. Ellos son exquisitos en su trabajo y siempre obtienen el producto deseado que es conformarnos al carácter de Jesucristo; operan en el tiempo justo y jamás equivocan el método para hacerlo. ¿Y tú qué sabor posees? ¿Cuánto hace que te hallas rancio y desperdiciado? Prepárate para el movimiento, porque vendrá y hará que tu asentamiento desaparezca por completo.
¡Dios te bendiga!
-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso
No hay comentarios :
Publicar un comentario