"Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla"... "Entonces quebrarás la vasija ante los ojos de los varones que van contigo, y les dirás: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Así quebrantaré a este pueblo y a esta ciudad, como quien quiebra una vasija de barro, que no se puede restaurar más" - Jeremías 18:3-4; 19:10-11
Y un día Dios le dio a Jeremías una lección objetiva para que sirviera de ilustración a su mensaje para Jerusalén y la nación entera. Para ello, el profeta tuvo que visitar al alfarero y considerar su trabajo y aprender la lección en dos partes. Observando como el alfarero hacía sus vasijas, Jeremías tenía ya el argumento de su primer mensaje y que tenía que ver con la manera en que Dios en su soberanía podía obrar en la nación como él quisiera. Era recomendable que el pueblo cediera a la rueda divina y aceptara dócilmente aquello que el Señor estaba dispuesto a hacer, debían oír al profeta comunicando la voluntad divina "conviértase ahora cada uno de su mal camino, y mejore sus caminos y sus obras" (18:11). La soberanía de Dios es un asunto insondable e incomprensible en muchos aspectos para el hombre, pero hay algo que no debemos olvidar y es que el arrepentimiento permite a Dios comenzar de nuevo en las vidas que lo han echado todo a perder. Como el barro en las manos del alfarero, una vida arrepentida en las manos de Dios tiene la garantía de un nuevo comienzo.
La segunda parte de la lección que el profeta recibió involucró un gasto de su bolsillo pues Dios le dijo "Ve y compra una vasija de barro del alfarero" (19:1). Acto seguido, y a diferencia de la primera parte donde Jeremías aprendió a solas, ahora públicamente Dios le mandó a quebrar la vasija adquirida y dejar en claro que hay circunstancias en que "no se puede restaurar más" cuando se ha decidido persistir en la soberbia, obstinación y desoyendo la voz de Dios, tal cual ocurrió con la nación a quienes el Señor castigó "porque han endurecido su cerviz para no oír mis palabras" (19:15). Ningún alfarero puede hacer nada cuando el barro se ha endurecido, y esta es la lección final; no hay ningún tipo de reparación posible para lo que se ha vuelto duro y seco, sino que es propenso a quebrarse y volverse inútil.
La casa del alfarero, el lugar donde hoy te encuentras, puede ser el momento para ser formado de nuevo si eres sensible y blando a la voz de Dios o puede ser un anuncio de juicio y consecuencias inevitables si te has endurecido sin vuelta atrás. ¿Se trata de eso por lo cual el Señor te viene dando indicaciones hace semanas ya? ¿Tiene que ver con eso que no has dejado de hacer, con la situación con la cual no has dejado de lidiar? ¿No te das cuenta que el agua se evapora y el sol comienza a endurecer el barro? Solo es cuestión de tiempo. La lección no admite término medio, pero de seguro y aunque signifique cambios y reformas, siempre es mejor blando que endurecido.
¡Dios te bendiga!
-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso
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