"Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado" - Jeremías 31:33-34
Catorce capítulos antes del que hoy ocupa nuestra atención, el profeta aseguró poder leer el corazón de la nación y saber lo que allí decía, "El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con punta de diamante; esculpido está en la tabla de su corazón..." (17:1). Externamente, la nación se jactaba de tener conocimiento de Dios y de que no les vendría ningún mal aún cuando descaradamente le preguntaban a Jeremías "¿Dónde está la palabra de Jehová? ¡Que se cumpla ahora!" (17:15). No había lugar para el pecado y la palabra de Dios juntos dentro del corazón; y de hecho, nunca lo habrá tampoco.
Ninguna reforma haría posible lo que únicamente Dios podía hacer: Poner su ley en la mente y en el corazón del pueblo; de manera que Dios tomó la iniciativa y Dios también obró el milagro que tenía nombre y apellido propios: El Nuevo Pacto. El es el único que conoce los corazones y la mente de los hombres; "Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón" (17:10). Transformó la piedra dura en una suave hoja donde escribir su voluntad que se expresa en su palabra y que vendría a ser parte misma de la naturaleza del pueblo de Dios tornándose en algo instintivo. Un corazón nuevo -no recauchutado- es la verdad fundamental de este nuevo pacto. Fue un pacto unilateral, la voluntad del hombre no tuvo nada que ver con ello.
Pero la aplicación de este pacto es personal, "no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano"; no hay tal cosa como una transformación colectiva, o por contagio de otros, o por tradición familiar. Tampoco hay necesidad de forzar a otros a entender la salvación y para conocer a Dios porque "todos me conocerán" - dice Dios por medio del profeta. No existe tal cosa como la salvación progresiva, con el paso del tiempo, o con los años de experiencia. Un transplante de corazón no se hace por etapas, sino de una sola vez. Cuando Dios salva a una persona por medio del evangelio de Cristo cambia su naturaleza, escribe su voluntad, perdona la maldad del individuo y olvida para siempre sus pecados.
¿Qué concepto tienes de la salvación del alma? ¿Del perdón de pecados? ¿Qué tienes escrito en tu corazón? ¿El pecado o la voluntad de Dios?
¡Dios te bendiga!
-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso
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