lunes, 19 de enero de 2015

JUSTO ALLÍ

"Y venía Isaac del pozo del Viviente- que- me- ve; porque él habitaba en el Neguev. Y había salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde; y alzando sus ojos miró, y he aquí los camellos que venían." - Génesis 24:63-64

    Es sumamente inspirador aunque no del todo sorprendente, la manera en que la Escritura nos describe al Isaac ya en edad madura. Inspirador porque nos muestra a un hombre que hizo de la piedad su ejercicio vespertino y no tan sorprendente porque no esperaríamos otra cosa de alguien que en su adolescencia había aprendido la sujeción a Dios y a su padre (Gn. 22). 
    No hay razón para suponer que Isaac no tuviera a la meditación como una práctica habitual en su vida. No tenía la Biblia para meditar, pero tenía al Dios de la Biblia para contemplar. El escogió el lugar correcto en el tiempo adecuado para elevar sus pensamientos hacia lo eterno. Tomó su tiempo para apreciar a Dios en el pozo del Viviente-que-me-ve; un lugar particular, puesto que allí mismo años antes una mujer - Agar - no solamente aprendió que "Dios ve" sino también que "Dios oye" cuando Jehová puso el nombre a su hijo (Ismael) (Gn. 16:11).  Ahora, Isaac sacó oportuno provecho para su alma de esta verdad ilustrada en la geografía del Neguev, meditaba en el Dios que lo veía. 
    Isaac no ignoraba sus circunstancias presentes; dos cosas eran el asunto de su corazón; por un lado hallar en Dios el consuelo por la pérdida de su madre Sara, y por el otro descansar en Dios por el futuro de su esposa que pronto llegaría a su vida. Dios era su fortaleza para sobrellevar el pasado y Dios era su esperanza para enfrentar el futuro. Mientras tanto, en el presente, su responsabilidad era mantener un contacto fresco y renovado en el Altísimo. Su decisión fue la más acertada ya que cuidando la comunión con Dios y disfrutando de su grandeza, se halló en el lugar correcto en el tiempo correcto para recibir la esposa y el consuelo perfecto, todo en un mismo paquete. No estaba cuestionando a Dios por haber llevado a su madre, ni estaba presionando a Dios por una esposa. Ya lo diría el salmista "Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón" (Sal. 37:4).
    Aprendamos la lección de la devoción de Isaac. Nuestra prioridad presente es deleitarnos en el Dios que nos observa, meditar en sus atributos y disfrutar de su grandeza. Eso garantizará que siempre estemos en el lugar correcto para todo lo que El haya preparado para sus hijos en su providencia. Consolará nuestro pasado y proveerá para nuestro futuro. Hacen falta más piadosos que se paren a diario en el pozo del Viviente-que-me-ve, ése es el lugar correcto para el alma regenerada.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, mate y oración-
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