"Y José lloró mientras hablaban." - Génesis 50:17
Con toda seguridad no era la primera vez que José lloraba. Sólo hace falta un rápido repaso de toda su vida desde su juventud para darnos cuenta que las palabras de David en Salmo 42:3 son la mejor descripción para los primeros años de la vida de José en Egipto: "Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días:¿Dónde está tu Dios?"
Pero en esta ocasión sus lágrimas eran diferentes, eran lágrimas por causa de sospechas sin fundamento. Los hermanos de José inventaron una petición de Jacob antes de morir para que José perdonara a sus hermanos por todo el daño que le habían ocasionado cuando sólo tenía diecisiete años. Inventaron esto porque creían que José tomaría represalias contra ellos. Pero no había razón para ello, puesto que él ya les había dicho de manera clara y específica: "no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros." (45:5). En pocas palabras, a pesar del perdón claro y definitivo de José para con ellos, igualmente se sentían condenados y estaban con gran temor, y esto hizo llorar a José.
¡Oh, qué gran lección tenemos aquí! ¡Cuántos de los que han sido lavados por la sangre de Cristo y colocados en su cuerpo aún siguen viviendo como sí el ceño fruncido de Dios estuviera sobre sus almas! Con cuánta seguridad y gozo deberían recordar la promesa: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús," (Ro.8:1) y también las palabras de Dios a través del profeta Isaías: "No hay enojo en mí." (27:4).
¿Por qué procuras una atmósfera espiritual para tu alma que jamás podrá superar a aquella que el Calvario logró definitivamente para ti? Deja de hacer vana la gracia de Dios con sospechas infundadas sobre un eventual enojo o amenaza de Dios para tu alma. No hagas llorar al Salvador.
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
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