sábado, 17 de enero de 2015

ORACIÓN REVERENTE, NO CHARLA AMENA


"Y Abraham replicó y dijo:He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza." - Génesis 18:27

    La oración es el oxígeno del cielo para el hijo de Dios. El sabe, además de muchas otras verdades bíblicas sobre la misma, que es el gozo del Creador escuchar a los suyos; que sus oídos están atentos a sus oraciones, y que por medio de Cristo tiene libertad para entrar en la misma presencia de Dios sin necesidad de ningún otro tipo de permiso o de alguna mejor posición espiritual futura.
    Todas estas benditas verdades y muchas otras, hacen de la oración un asunto completamente esperanzador y diariamente beneficioso para los nacidos de nuevo.
Abraham no sabía nada de esto, no tenía más teología que el hecho de entender que Dios era omnisciente, omnipresente y omnipotente. Eso era con toda probabilidad lo que él conocía de Dios.  Pero lo que sí tenía muy en claro era su posición delante del Todopoderoso y la reverencia que esto implicaba. El dijo: "soy polvo y ceniza"; una sencilla expresión que resume su comprensión de la infinita distancia y condición de esencia entre él y el Altísimo.
    ¡Oh! ¡Cuán distinto es lo que oímos hoy en día en las oraciones de su pueblo; en las vidas privadas y en las congregaciones! Los creyentes, que poseyendo toda la información bíblica sobre la oración, los efectos del Calvario sobre la misma y las promesas que conlleva, se dirigen a Dios como si toda esa libertad fuera un extremo de confianza que les permite casi ponerse a la misma altura del Padre y dirigirse a él como si estuviéramos hechos del mismo material.
    Qué necesidad urgente tiene la iglesia de volver de inmediato a los pasos de Abraham y ver que polvo y ceniza somos, y que con toda la verdad que conocemos sobre la oración luego de la muerte de Cristo, esa expresión nos queda demasiado grande. ¡Qué poca reverencia! ¡Qué desagradables razonamientos se oyen de aquellos que dicen que a Dios se lo puede tratar como "uno de nosotros" y por eso adornan y justifican su falta de santidad en la oración. 
    Si tú eres uno de esos, confío en que el texto de hoy sirva de punto de partida para reparar este pecado cada vez más frecuente en la iglesia de Cristo. Examina tu manera de dirigirte al Soberano Salvador y disfruta de esa libertad gloriosa pero con la reverencia de Abraham en el corazón.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, mate y oración-
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