"Y dijo Abraham de Sara su mujer: Es mi hermana. Y Abimelec rey de Gerar envió y tomó a Sara." - Génesis 20:2
Veinticinco años pasaron desde la última vez que Abraham dijo la misma mentira. Dadas la características de las eventuales consecuencias en aquella oportunidad en tierra de Egipto, uno pensaría que nunca volvería a ocurrir un hecho similar. Especialmente porque ahora Abraham ya tenía la promesa del nacimiento de un hijo propio aún y a pesar de la avanzada edad de él y su esposa Sara. Pero ocurrió. La escritura no pasa por alto esta falta en el varón de fe.
Como básicamente dice John Phillips, ni siquiera la liberación de Dios en el pasado pudo evitar que Abraham recayera en lo mismo, pero aún peor, puesto que ya tenía conocimiento pleno del hecho. El pecado de Lot en el capítulo anterior no es menos deplorable que éste cometido ahora por su tío. Reincidió.
No debemos ser jueces tan severos con Abraham; cometió este pecado dos veces en un cuarto de siglo, pero la proximidad de ambas historias en el relato bíblico pareciera hacerlos muy cercanos. No hemos de justificarlo por cierto, pero podemos casi oír al Espíritu de Dios decir a nuestros corazones: "¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?" (Mt. 7:3)
Es tristemente cierto que somos reincidentes en muchas transgresiones; y más triste aún es que la repetición no ocurre cada veinticinco años, sino cada almuerzo en ese maltrato al prójimo en la mesa familiar quizá; el silencio semanal entre esposo y esposa en la habitación; o nuevamente el chisme y la murmuración sobre al pastor o algún hermano o hermana de la congregación; el vocabulario vulgar otra vez presente en el trabajo; el juego sucio en el deporte; la pasividad sobre aspectos impuros como lo son algunos programas de TV o el internet.
No nos demoremos en confesar los pecados cometidos y los pecados cometidos más de una vez. Se necesita la gracia de Dios para cada día. Alguien ha dicho: "Pecado repetido, mal arrepentido", pero esto no tiene base bíblica. No creo que Abraham no se hubiera arrepentido cuando salió de Egipto. El enemigo de nuestras almas quiere que pensemos así, pero la Escritura dice que la fidelidad de Dios y su justicia se hacen evidentes al perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad siempre que haya confesión (1 Jn. 1:9). Simplemente, admite que eres reincidente, confiesa y por la gracia de Dios espera que no vuelva a ocurrir o al menos, no en los próximos veinticinco años.
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
© Copyright 2013
No hay comentarios :
Publicar un comentario