"Y llamó José el nombre del primogénito, Manasés; porque dijo: Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre. Y llamó el nombre del segundo, Efraín; porque dijo: Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción." - Génesis 41:51-52
He aquí el testimonio del varón que aprendió a vivir en dependencia de Dios, no sin angustias y tristezas, pero manteniendo siempre en alto el nivel de su relación con Dios. José, cuando llegó al trono por la Providencia divina, también obtuvo una esposa y eventualmente dos hijos. Los nombres que puso a sus hijos son la confirmación de que en su corazón reconocía a Dios en todo cuanto le había ocurrido. Porque el nombramiento de ambos reflejó clara e inequívocamente lo que José creyó siempre: que el cielo jamás le abandonó y que todas sus penurias y también sus honores habían sido ordenados de antemano por el brazo divino.
Cuando nació Manasés ("olvidar"), su confesión pública fue que Dios había sustentado toda la tristeza vivida en el momento de violento desarraigo de la casa de su padre a manos de sus hermanos envidiosos. Había sufrido, pero ya no lo recordaba más. Sus hermanos mismos confesaron más adelante: "vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no lo escuchamos..."(42:21). Sin embargo, ahora confesaba que Dios "le hizo olvidar todo." Luego, al nacer su segundo hijo Efraín ("fructificar"), volvió a confesar que fue el mismo Dios quien nuevamente preparó toda su bienaventuranza en el lugar mismo de la aflicción. José aprendió a dar fruto en la aflicción, no fuera de ella.
Lo destacable de esto es que José, quien olvidó toda la tristeza de su pasado, no se olvidó de Dios en la bienaventuranza presente. Los hombres y mujeres sin Cristo de nuestra sociedad egoísta y materialista son los mismos que confiesan a menudo que la mayoría se acuerda de Dios cuando las cosas van mal, pero se olvidan de él cuando todo va viento en popa. No es así en los nacidos de nuevo, pues sus aflicciones lo único que hacen es promocionar su fructificación, pero cuando el egoísmo y el ojo terrenal manchan al hijo de Dios, entonces se vuelven muchas veces como Israel, "Pero engordó Jesurún, y tiró coces (Engordaste, te cubriste de grasa); entonces abandonó al Dios que lo hizo, Y menospreció la Roca de su salvación." (Deut. 32:15)
Ten mucho cuidado. Cuando estés en aflicción y tristeza, reconoce la mano de Dios mezclando los ingredientes para tu bendición futura. Y cuando estés disfrutando de ella, admite que fue cultivada en la amargura por el mismo Dios que la sembró.
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
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