sábado, 23 de mayo de 2015

EXCESO DE CONFIANZA

"En mi prosperidad dije yo: no seré jamás conmovido, porque tú, Jehová, con tu favor me afirmaste como monte fuerte. Escondiste tu rostro, fui turbado." - Salmo 30:6-7

   Es muy probable que estas palabras de David hayan sido escritas al recordar los acontecimientos relatados en 1 Crónicas 21. Conforme al relato, David censó al pueblo, tentado a conocer el poderío militar del que gozaba y las personas con quienes contaba. El censo nacional era un hecho legal, conforme a Exodo 30:11-16 para el pago de la redención, pero David jamás lo conectó con esto sino con su propia arrogancia para calcular su poder. Fue un error. En verdad, fue un pecado muy serio y así lo reconoció luego cuando la mano de Dios vino en juicio aunque en misericordia también, sobre toda la nación.
     Viendo la magnitud de recursos que arrojó el censo, David sintió que jamás sería conmovido pues su prosperidad, pensó, era un hecho constatado y garantido. E incluso llegó a pensar que el favor de Dios se medía materialmente. Este exceso de confianza de David, le costó caro y le condujo a la profunda humillación.
    ¿Qué fue lo que hizo falta para que su seguridad demostrara ser un castillo de arena? El rostro de Dios escondido; una expresión que comunica gráficamente que si Dios retira sus ojos de nuestra vida, todo se torna absolutamnte inútil. ¿Y por qué Dios quitaría sus ojos de nuestra vida? ¿Acaso no dijo que estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo? Claro que sí, pero Dios no mira el pecado porque no participa del mismo.
    Si hay un pecado que Dios aborrece es la confianza en el propio corazón, el orgullo y la altivez. Está en primer lugar en la lista de lo que aborrece, "Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos..." (Pr. 6:16-17a). Cada vez que ponemos atención en nuestras fuerzas, habilidades y logros más que en el poder de Dios no podemos esperar otra cosa que no sea su desaprobación y, por consiguiente, como David, también turbación.
    Cuando seas tentado a apoyarte en tus capacidades, recuerda la experiencia del rey David y juntamente con ello pon en tu corazón las palabras de Cristo al apóstol Pablo: "Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad." (2 Cor. 12:9).

¡Dios te bendiga!

-Biblia, mate y oración-
© Copyright Ricardo Daglio - 2013

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