"Entonces Abisai hijo de Sarvia dijo al rey: ¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor el rey? Te ruego que me dejes pasar, y le quitaré la cabeza. Y el rey respondió: ¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Si él así maldice, es porque Jehová le ha dicho que maldiga a David. ¿Quién, pues, le dirá: ¿Por qué lo haces así?" - 2 Samuel 16:9-10
No es la primera vez que David tiene que enfrentarse con los hijos de Sarvia, sus propios sobrinos. Avidos de venganza cada vez que tuvieron oportunidad Joab y Abisai no dudaron en tomar las armas para lograr sus objetivos de manera violenta si era necesario tal como lo expresa el mismo Abisai en el texto de hoy. Frente a situaciones evaluadas como injustas ante sus ojos, estos hombres no dudaban en llevar a cabo una eventual vendetta con todo el rigor posible.
En esta circunstancia, si el rey David hubiera accedido a la petición de su sobrino ¿quién podría haberlo acusado de rencoroso o de vengador? ¿Quién era Simeí para maldecir al rey en momentos donde la situación no lo aventajaba para nada? ¿Acaso no era él el ungido de Jehová? ¿No lo había puesto Dios por rey de toda la nación? ¿Por qué razón debía permitir semejante infamia en presencia de todos sus siervos, y soldados? ¿No era ya suficiente lo que estaba padeciendo de parte de su hijo Absalón?
Sin embargo, el varón conforme al corazón de Dios optó por comportarse como quien ha aprendido ya de tiempo atrás, que Dios es soberano y que las sazones que le tocaron vivir estaban ya ordenadas de antemano. El pudo orar en otra oportunidad así, "En tu mano están mis tiempos; líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores." (Sal. 31:15). De modo que David entendía que por alguna razón Simeí obraba bajo el permiso divino. Toda una lección de paciencia y sumisión para su alma.
Tantas veces somos demasiado veloces para juzgar, dictaminar y llevar a cabo la expresión de nuestros impulsos sin detenernos a considerar por qué razón Dios ha querido colocarnos en la escuela de la injuria y el menosprecio. Estamos más prestos a cortar cabezas como Absai, que a soportar maldiciones como lo hizo David.
Muchísimas veces será necesario aprender la lección: El silencio y la sumisión es la mejor respuesta. David hubiera dicho un gran "¡Amén!" a las palabras del apóstol Pedro: "Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente... (Cristo)... cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente;" (1 Pe. 2:19 y 23). ¿Es esta tu experiencia? Pues no tienes excusa para cortar cabezas.
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
© Copyright Ricardo Daglio - 2013
En esta circunstancia, si el rey David hubiera accedido a la petición de su sobrino ¿quién podría haberlo acusado de rencoroso o de vengador? ¿Quién era Simeí para maldecir al rey en momentos donde la situación no lo aventajaba para nada? ¿Acaso no era él el ungido de Jehová? ¿No lo había puesto Dios por rey de toda la nación? ¿Por qué razón debía permitir semejante infamia en presencia de todos sus siervos, y soldados? ¿No era ya suficiente lo que estaba padeciendo de parte de su hijo Absalón?
Sin embargo, el varón conforme al corazón de Dios optó por comportarse como quien ha aprendido ya de tiempo atrás, que Dios es soberano y que las sazones que le tocaron vivir estaban ya ordenadas de antemano. El pudo orar en otra oportunidad así, "En tu mano están mis tiempos; líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores." (Sal. 31:15). De modo que David entendía que por alguna razón Simeí obraba bajo el permiso divino. Toda una lección de paciencia y sumisión para su alma.
Tantas veces somos demasiado veloces para juzgar, dictaminar y llevar a cabo la expresión de nuestros impulsos sin detenernos a considerar por qué razón Dios ha querido colocarnos en la escuela de la injuria y el menosprecio. Estamos más prestos a cortar cabezas como Absai, que a soportar maldiciones como lo hizo David.
Muchísimas veces será necesario aprender la lección: El silencio y la sumisión es la mejor respuesta. David hubiera dicho un gran "¡Amén!" a las palabras del apóstol Pedro: "Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente... (Cristo)... cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente;" (1 Pe. 2:19 y 23). ¿Es esta tu experiencia? Pues no tienes excusa para cortar cabezas.
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
© Copyright Ricardo Daglio - 2013
No hay comentarios :
Publicar un comentario