lunes, 29 de junio de 2015

¿DISFRACES? NO EXISTE NINGUNO

"Y dijo el rey de Israel a Josafat:Yo me disfrazaré para entrar en la batalla, pero tú vístete tus ropas reales. Y se disfrazó el rey de Israel, y entró en la batalla... Mas disparando uno el arco a la ventura, hirió al rey de Israel entre las junturas y el coselete. El entonces dijo al cochero:Vuelve las riendas, y sácame del campo, porque estoy mal herido. Y arreció la batalla aquel día, por lo que estuvo el rey de Israel en pie en el carro enfrente de los sirios hasta la tarde; y murió al ponerse el sol" - 2 Crónicas 18:29 y 33-34

    A pesar de todas las advertencias de Dios para Acab, rey de Israel; y de las continuas exhortaciones de parte del profeta Elías para que abandonara sus pecados y buscara a Dios, nunca este rey mostró un corazón arrepentido y deseoso de obedecer. En última instancia, Acab pensó que las cosas estaban mejor, al menos hemos de suponerlo porque, dice la palabra de Dios, "tres años pasaron sin guerra entre los sirios e Israel" (1 Re. 22:1). Fue entonces cuando decidió iniciar una batalla la cual, no imaginaba él, sería la última de su vida. 
    Pero no fue Elías quien predijo su derrota, sino Micaías, un profeta odiado por el rey porque, en sus mismas palabras dijo: "yo le aborrezco, porque nunca me profetiza bien, sino solamente mal" (1 Re. 22:8). Pese a la final advertencia, Acab se propuso ir a la guerra y para evitar cualquier sorpresa y de alguna forma contrarrestar la voz de Dios por medio del profeta, optó por disfrazarse y así entró en la batalla. El relato bíblico es sumamente cuidadoso e instructivo para darnos a conocer la manera en que Acab fue herido de muerte. No fue atacado personalmente, ni reconocido por el enemigo; ni siquiera descubierto. Pero aquel flechero sirio jamás pensó que la flecha que lanzó a la ventura, fue dirigida divinamente para penetrar por el lugar donde, naturalmente los armeros debían montar una unión entre el coselete y la armadura. Mal herido y sangrando, Acab finalmente murió al atardecer.
   Ni el disfraz, ni la armadura, ni ninguna otra cosa evitó lo que Dios ya había decretado. No es posible huir de Dios, lector. No hay lugar, ni manera, ni planificación eficaz en contra de Dios. El sabe dónde encontrar al hombre y él sabe dónde poner la flecha. La muerte es inevitable, y su voz es ineludible, "No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no valen armas en tal guerra, ni la impiedad librará al que la posee" (Ec. 8:8). Es mejor hacer caso a la voz de Dios y buscar su gracia para el perdón. Quizá tu ya lo has obtenido, pero una y otra vez te preguntas cómo es que el pastor de tu iglesia sabe lo que te está ocurriendo cuando predica la escritura. ¡Oh!, quizá el predica a la ventura, pero Dios sabe dónde colocar su palabra. No deseches su bondad guiándote al arrepentimiento y a una vida de piedad que le honre. 

¡Dios te bendiga!

-Biblia, mate y oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso

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