martes, 23 de junio de 2015

PARECIDO PERO NO IGUAL

"Al quinto año del rey Roboam subió Sisac rey de Egipto contra Jerusalén, y tomó los tesoros de la casa de Jehová, y los tesoros de la casa real, y lo saqueó todo; también se llevó todos los escudos de oro que Salomón había hecho. Y en lugar de ellos hizo el rey Roboam escudos de bronce, y los dio a los capitanes de los de la guardia, quienes custodiaban la puerta de la casa real." - 1 Reyes 14:25-27

    El reinado de Salomón fue literalmente un reino de oro; no solamente por su apogeo, extensión y dominio, sino especialmente por la manera en que el más sabio monarca de todos los tiempos utilizó el oro. Vale sólo un ejemplo para constatar lo dicho, "Y todos los vasos de beber del rey Salomón eran de oro, y asimismo toda la vajilla de la casa del bosque del Líbano era de oro fino; nada de plata, porque en tiempo de Salomón no era apreciada." (1 Reyes 10:21). No nos cabe la menor duda de cómo Salomón tuvo esta riqueza y esplendor; pues cuando pidió sabiduría a Dios para gobernar el pueblo, Dios se la concedió y también le dijo: "Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria, de tal manera que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días. (1 Re. 3:13).
    Una generación siguiente y Roboam su hijo no correspondió en lo mismo como su padre, pues el cronista nos dice, "Cuando Roboam había consolidado el reino, dejó la ley de Jehová, y todo Israel con él." (2 Crónicas 12:1). Este es el momento en que acontece lo que describe nuestro texto de hoy. En su procura de mantener la dignidad y la buena apariencia (pues los escudos eran escudos ceremoniales, no escudos de guerra), Roboam sustituyó los de oro saqueados por Faraón con otros de bronce; parecidos, pero no iguales. Pero la apariencia no podía ocultar la decadencia; puede que tarde más en notarse en cualquier asunto, más no en los espirituales. 
    Lamentablemente, la dualidad y la hipocresía han reemplazado gradualmente la integridad en la vida de muchos creyentes, y como consecuencia de ello también son muchas las iglesias que poseen gran funcionalidad pero ausencia de piedad; mucha energía, pero ausencia de poder. Han decidido que su cristianismo puede darse el lujo de evitar la plenitud de Cristo y sustituirla por otro tipo de llamativos mensajes y apelativos. Nada de esto servirá para que un mundo en tinieblas vea la luz que necesita para una transformación radical y completa.
    Como en el caso de Roboam y Jerusalén, también en la vida de todos los que profesamos a Cristo como Salvador, si la palabra de Dios es abandonada, también se deja de lado la verdad y se suplanta por lo aparente. De todas maneras, la gracia de Dios puede transformar la hipocresía en un corazón transparente y genuino, volviendo el bronce del juicio en oro de piedad y hermosura. No dilates esta decisión y confía en una transformación del Espíritu de Dios operada en tu alma.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, mate y oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso 

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