"Como fuente turbia y manantial corrompido, es el justo que cae delante del impío." - Proverbios 25:26
Un día de mucho calor. La sed es insoportable; y en el momento oportuno hallamos lo que más deseamos: Agua fresca. No un vaso ni dos, sino un manantial; prometedor y abundante. Sin embargo, cuando vamos a beber sólo descubrimos que lo que debía ser claro y puro es turbio y con mal olor. ¡Qué frustración y qué desdicha! El agua es inútil para saciar la sed.
Así es como Salomón describe la sensación que provoca un hijo de Dios cuando cae en falta y afecta el testimonio de la verdad. No debe mal interpretarse, no significa que un justo nunca peca; por el contrario, el mismo Predicador dijo: "Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque." (Ec. 7:20). No; no se trata de nunca pecar; se trata del pecado cometido por quienes profesan piedad frente a quienes no la profesan y que además de ello siempre buscan ocasión para justificar su vida sin Dios y criticar a los que sí lo tienen en cuenta en su vida. El impío será condenado por su propio pecado, pero ¡qué triste es cuando el justo ha aportado con una mala conducta para que aquel tenga más motivos para vivir lejos de Dios!
Pocas cosas afectan más el testimonio de la verdad que las circunstancias en las que los que han defendido la fe, o se han congregado en sus iglesias, o han persuadido a otros a abandonar la maldad y buscar a Cristo; cuando éstos mismos enturbian y oscurecen con sus vidas las mismas verdades que pregonaron en sus trabajos, entre sus familiares, amigos o vecindarios. Sin duda Satanás encuentra en estos hijos de Dios una herramienta más útil y de mayor efectividad que en sus propios seguidores. "Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros." - escribe Pablo a los creyentes romanos en su epístola - (2:24).
Por lo general, los altos decibles que provocan las maldades de los impíos pasan desapercibidos en la sociedad en comparación al tenue sonido de la campanilla del pecado de los creyentes y de los que profesan ser cristianos. No es un asunto menor, cuando el rey David pecó con Betsabé, el profeta Natán le amonestó diciendo: "Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá." (2 Sam. 12:14). Los resultados del pecado en los hijos de Dios delante de los impíos son devastadores, y dejan un sabor amargo... como el agua turbia y corrompida. Cristiano, vigila a menudo tu manantial; que mantenga la frescura y claridad que una sociedad sin Cristo necesita a diario para saciar su sed espiritual.
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
© Copyright Ricardo Daglio - 2013
Así es como Salomón describe la sensación que provoca un hijo de Dios cuando cae en falta y afecta el testimonio de la verdad. No debe mal interpretarse, no significa que un justo nunca peca; por el contrario, el mismo Predicador dijo: "Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque." (Ec. 7:20). No; no se trata de nunca pecar; se trata del pecado cometido por quienes profesan piedad frente a quienes no la profesan y que además de ello siempre buscan ocasión para justificar su vida sin Dios y criticar a los que sí lo tienen en cuenta en su vida. El impío será condenado por su propio pecado, pero ¡qué triste es cuando el justo ha aportado con una mala conducta para que aquel tenga más motivos para vivir lejos de Dios!
Pocas cosas afectan más el testimonio de la verdad que las circunstancias en las que los que han defendido la fe, o se han congregado en sus iglesias, o han persuadido a otros a abandonar la maldad y buscar a Cristo; cuando éstos mismos enturbian y oscurecen con sus vidas las mismas verdades que pregonaron en sus trabajos, entre sus familiares, amigos o vecindarios. Sin duda Satanás encuentra en estos hijos de Dios una herramienta más útil y de mayor efectividad que en sus propios seguidores. "Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros." - escribe Pablo a los creyentes romanos en su epístola - (2:24).
Por lo general, los altos decibles que provocan las maldades de los impíos pasan desapercibidos en la sociedad en comparación al tenue sonido de la campanilla del pecado de los creyentes y de los que profesan ser cristianos. No es un asunto menor, cuando el rey David pecó con Betsabé, el profeta Natán le amonestó diciendo: "Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá." (2 Sam. 12:14). Los resultados del pecado en los hijos de Dios delante de los impíos son devastadores, y dejan un sabor amargo... como el agua turbia y corrompida. Cristiano, vigila a menudo tu manantial; que mantenga la frescura y claridad que una sociedad sin Cristo necesita a diario para saciar su sed espiritual.
¡Dios te bendiga!
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