sábado, 12 de septiembre de 2015

DE ESTO SE TRATA

"Y el nombre de la ciudad desde aquel día será Jehová-sama (Jehová allí)" - Ezequiel 48:35

    Si has leído todo el libro de Ezequiel, entonces apreciarás el contraste entre el inicio y el final. En el primer capítulo el profeta contempló la visión de la gloria de Dios que paulatinamente fue desapareciendo de la ciudad de Jerusalén, para abandonarla finalmente en el décimo capítulo y no regresar sino hasta su restauración en el milenio como se expresa en capítulo cuarenta y tres. Pero las últimas palabras del atalaya de Dios para Israel en su profecía fueron las que nos indican el versículo de hoy: "Jehová-sama" (Jehová allí). No hay otra cosa de mayor valor en todo el libro de Ezequiel: La gloria de Dios por medio de su presencia. 
    Cuando el apóstol Juan introdujo a Cristo en su evangelio, lo hizo con estas palabras "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad" (1:14). La gloria de Cristo era su presencia con ellos; y en el Apocalipsis, el mismo apóstol escribió: "Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios." (Ap. 21:3).
    Una de las mayores promesas del Antiguo Testamento es "No temas, porque yo estoy contigo" (Is. 41:10) y la última que dejó el Señor en el Nuevo Testamento es "he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt.28:20). Orando antes de la cruz Jesús dijo: "Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo" (Jn. 17:24). No es ninguna sorpresa entonces, que así también finalice Ezequiel su visión del futuro glorioso de su pueblo: "Jehová-allí" porque no hay maravilla más grande que el hecho de saber que Dios está con nosotros, pero tampoco hay revelación más inmensa y majestuosa como saber que lo único que le dará hermosura a la eternidad, no será que nosotros estemos allí con Dios sino que El esté allí, porque la eternidad no tendría sentido sin la presencia de Dios - "y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro." (Ap. 22:3). Aprende ahora que de esto se trata la hermosura del cielo: Cristo estará allí.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso

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