martes, 1 de septiembre de 2015

MENDEL NO LO HUBIERA IMAGINADO

"El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él." - Ezequiel 18:20

   En el año 1866 se publicaron por primera vez las Leyes de la herencia del austríaco Gregor Mendel. Los estudios de este monje agustino y naturalista permitieron entre otras cosas establecer las hoy llamadas Leyes de Mendel las cuales rigen la herencia genética. Estas leyes permitieron desarrollar estudios sobre lo que son las enfermedades hereditarias, cuya característica principal es su supervivencia generación tras generación por medio de la transmisión de padres a hijos. Su tratamiento es sumamente costoso, la ciencia ha hecho grandes avances pero en la mayoría de los casos su cura absoluta es todavía difícil.
    De todos los problemas hereditarios del ser humano, el pecado es el peor ya que sus consecuencias trascienden por toda la eternidad. La Biblia describe a esto como la naturaleza pecaminosa que todos los hombres traen a este mundo siguiendo el patrón genético espiritual que Adán adquirió en Génesis 3 cuando desobedeció a Dios - "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron." (Ro. 5:12). Es imposible librarse de su adquisición al momento de nacer y las características de esta enfermedad se hacen visibles desde temprana edad - "el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud" (Gn.. 8:21). Pero Dios dijo a través del profeta Ezequiel que las consecuencias de esta enfermedad no necesariamente corresponden de igual manera entre un padre y un hijo, y la razón de esto es porque para Dios cada alma es individual - "He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá" (18:4).
    Cuando un ser humano se arrepiente de sus pecados, no importa el pasado de sus padres, delante de Dios ha quedado justificado por la perfecta obra de Jesucristo en la cruz que opera individualmente en los pecadores regenerados; y estos a su vez no pueden garantizar la misma disposición en sus hijos que vendrán porque los hijos de Dios "no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (Jn. 1:13). ¿Cómo es posible que algo así ocurra? ¿Dónde se encuentra la clave de semejante trato personal e individual? 
    La respuesta es que ha existido un juicio por el pecado que fue único, ya que Dios no castiga al inocente por el culpable con excepción de su propio Hijo: En la cruz Jesús llevó el castigo por todos nuestros pecados, de manera que el apóstol Pedro lo describió de esta manera -"Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios..." (1 Pe. 3:18). Sí, en este caso "la impiedad del impío fue sobre el justo y la justicia del justo recayó sobre el impío." Es este el único tratamiento que neutraliza el genoma espiritual del hombre y lo salva de la condenación eterna.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso

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