"Y luego que acabó las medidas de la casa de adentro, me sacó por el camino de la puerta que miraba hacia el oriente, y lo midió todo alrededor... A los cuatro lados lo midió; tenía un muro todo alrededor, de quinientas cañas de longitud y quinientas cañas de ancho, para hacer separación entre el santuario y el lugar profano." - Ezequiel 42:15, 20
El profeta Ezequiel finaliza en el capítulo 42 la descripción interna del templo del milenio, donde Cristo estará cuando regrese por segunda vez sin relación con el pecado. Ahora, el Señor le llevó fuera para mostrarle las medidas que conformaban el perímetro de este lugar futuro. Estas medidas del muro exterior corresponden a 1.600 metros por cada uno de los cuatro lados. La mano de Dios dirigió a Ezequiel lado por lado sin excepción y cuando todo hubo sido medido, entonces vino la explicación del por qué del tamaño; explicación que no mostró distinción con los principios que siempre identificaron a Dios y su naturaleza: Una separación entre lo santo y lo profano.
"Una diferencia es hecha entre las cosas sagradas y las comunes, entre el día del Señor y otros días, entre su libro y otros libros, sus instituciones y otras observancias; y una distancia es puesta entre nuestras acciones mundanales y las obras espirituales, de manera que podamos hacer una pausa y considerar el hecho en nuestra adoración a Dios." (M. Henry). No dudamos que este fue el sentimiento del profeta Ezequiel al momento de observar objetivamente y desde afuera el templo que en visión Dios le había mostrado.
No importan los tiempos, épocas o acontecimientos que se sucedan a través de la historia; una y otra vez la escritura marca una diferencia entre Dios y el resto de las cosas existentes, una línea o límite de separación entre el Señor y cualquier otra cosa. Los serafines en la visión de Isaías no comenzaron a dar voces diciendo "Santo, santo, santo..." (6:3) en el momento que el profeta tuvo la visión, sino desde el día que fueron creados, y así será por toda la eternidad. En el cielo, y aunque habrá ausencia de pecado, él estará en su trono y los redimidos adorándole. Que el Espíritu de Dios grabe en nuestros corazones y mentes la revelación de esta verdad de que siempre habrá distinción entre lo santo y lo profano y nunca disminuirá la distancia entre uno y otro. "Sed santos, porque yo soy santo." (1 Pe. 1:16)
¡Dios te bendiga!
-Biblia, Mate y Oración-
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