"Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios" - Juan 12:42-43
La declaración pertenece al evangelio de Juan y se halla en un contexto donde el evangelista hace mención del momento en que el profeta Isaías vio la gloria de Dios el día de su llamado (Is. 6:1-10); relatando aquel impacto que el profeta tuvo al descubrir que a pesar de la majestad de la gloria de Dios que había contemplado y que lo dejó bajo una convicción de pecado instantánea; el pueblo no creería sus palabras igualmente; por ello Juan repasa "Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, y se conviertan, y yo los sane" (12:40). Esta es la misma situación que vivió Cristo en el entorno de su ministerio porque "a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor? Por esto no podían creer..." (vs 37-39)
Pero Juan finaliza con el texto de nuestra meditación de hoy; había algunos que creyeron, muchos en realidad; y añade una característica no recomendable sobre ellos "no lo confesaban", y luego el verdadero motivo de esto, a saber, "porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios" No podemos decir que estos muchos no fueron renacidos porque no es la confesión de labios sino el creer en Cristo con el corazón lo que garantiza la salvación cuando se considera el peso teológico del hecho; pero también es cierto que muchos pasajes claves de la Escritura contienen el creer y confesar como una evidencia inseparable de la salvación de una persona (Ro. 10:9-10; Hch. 8:37). El asunto singular de esto es que el contraste entre la gloria de Dios y la gloria de los hombres es mencionado como dos elementos colocados en balanza la cual se inclina favorablemente hacia el lado del hombre. Si estos muchos verdaderamente creyeron y no confesaron sino hasta algún momento después, podemos estar seguros que vivieron vidas miserables y tiempos angustiosos. Creer y no confesar coloca a las personas en una posición peligrosa; en este caso es la misma Biblia que nos dice que estos creyeron, es el testimonio del mismo Espíritu quien la inspiró; pero cuando un individuo dice que cree y no confiesa entonces nos encontramos en una situación apremiante.
Fue el apóstol Pablo quien dijo "Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo." (Gál. 1:10). Por lo tanto, frente a la seriedad de esta actitud ambigua pregúntate lector cuál es tu situación; ¿cómo es posible que digas que crees pero evitas confesar a Cristo? ¿Cómo puedes imaginar que comprendes la grandeza de Dios cuando comparas la gloria de Cristo y la identificación con él con la honra de tus compañeros o el concepto que ellos tienen de ti en tu trabajo? Ten cuidado, el pasaje de hoy es absolutamente escrutador y es preciso que tu, quien tienes toda la evidencia completa en la Biblia, demuestres lo que has creído con las palabras de tu boca de manera abierta y clara.
¡Dios te bendiga!
-Biblia, Mate y Oración-
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