..."sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido". - Juan 13:3-5
Debería ser uniforme en todos los discípulos de Cristo tal y como el mismo Señor lo quiso comunicar; pero no es así generalmente. ¿De qué se trata? De uno de los ejemplos más sublimes que dejó el Salvador en este mundo: Servir. El evangelista Juan, escribiendo bajo la inspiración del Espíritu Santo deja constancia de que el acto de Jesús al lavar los pies de los discípulos fue realizado mientras él era consciente acerca de la autoridad que tenía dada por el Padre, su origen divino y su destino divino. Esta mención profundiza la actitud y carácter humilde del Señor como también su amor por aquellos a quienes instruyó durante tres largos años. Es que el acto en reverso del Maestro lavando los pies de ellos cuando eran ellos quienes debían hacerlo por él es "un acto de renuncia imperial" (Phillips), y uno que coloca el papel de siervo en el primer lugar, o al menos destaca sin lugar a dudas la importancia que reviste en el reino de los cielos que los cristianos sean semejantes a su Señor, especialmente en este hecho. El apóstol Pablo escribió a los creyentes de Filipos unos años después, les recordó que Jesús "se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres." (Fil. 2:7).
Fue un acto silencioso, pero fue un acción notable donde las palabras no hicieron falta porque el sonido del lebrillo colocado en el piso, y la imagen de la toalla ciñéndose sobre el pecho del Salvador y el movimiento del agua, fueron la presentación que hizo la Divinidad y el cielo ante los discípulos para enseñarles sucinta pero eficazmente que el acto deliberado del Creador, contenía el mensaje más importante y la lección más espléndida que les hacía falta en ese momento. Debemos imaginar con total seguridad que los apóstoles, sentados ya todos en la mesa, se preguntarían quién de todos ellos sería el más indicado para tomar el paso de llevar a cabo el acto servil. No habían aprendido aún que el más grande es siempre el que sirve.
¿Cuándo aprenderemos todo lo que puede lograr una conducta silenciosa que sirve al prójimo? ¿Cuándo haremos de la acción más sencilla el puente más fuerte que sirva para unir relaciones quebrantadas desde hace tiempo? Nos hacen falta más lebrillos y toallas en nuestra relación con nuestros semejantes, especialmente con otros cristianos que también son amados por el Salvador. ¿Estás esperando sentado a la mesa para ver quién hará lo que se supone que todos deberíamos hacer, esto es, servir? Tu y yo no poseemos un origen divino ni merecemos un destino divino, sin embargo hemos sido hechos participantes de la naturaleza divina; ¿cómo es que no podemos comportarnos como nuestro Señor habiendo visto su propio ejemplo? Puede que la próxima vez que pongas tu mano en el hombro de alguien y le preguntes cómo orar por él, sea esto un lebrillo y una toalla que sorprenderá a tu prójimo y establecerá una relación perdurable por amor a Cristo. Haz la prueba, es la marca registrada de los hijos de Dios. Alguien expresó básicamente de esta manera lo que debemos practicar:
"El espacio existente entre nosotros, muchas veces
es más grande que la distancia que hay entre las estrellas;
pero por medio del frágil puente que se ve en el Salvador inclinado
acortamos la separación cuando lo imitamos tomando
el lebrillo y la toalla en nuestra vida diaria."
- Michael Card -
¡Dios te bendiga!
-Biblia, Mate y Oración-
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