"Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo" - Hechos 9:17
Si en el cielo hay gozo porque un pecador se arrepiente (Lc. 15:7), aquí en la tierra es una dicha incomparable el momento en que la iglesia puede llamar "hermano" a quien ha sido perdonado de sus pecados e introducido en el cuerpo de Cristo. Si recordamos que el Señor Jesucristo "no se avergüenza de llamarlos hermanos" (He. 2:11) a quienes ha santificado, entonces este título familiar adquiere un valor y peso que no es posible medir, ya que significa un lazo que tendrá una continuidad eterna. Y cuanto más dura ha sido la historia pasada del pecador perdonado, tanto más dulce, solemne y extraordinario es el momento en que por vez primera oye que le dicen "hermano" personas con quienes jamás tuvo antes relación alguna pero que ahora le parece que los ha conocido siempre.
Palabras más, palabras menos; debe haber sido absolutamente sublime el momento cuando Saulo oyó por vez primera que le decían "hermano" pero en la voz de uno de aquellos a quienes perseguía hasta la muerte, un cristiano ahora, igual que él. No escuchó una clase de teología, ni una serie de principios doctrinales, ni tampoco una lista de requisitos que se supone un creyente debe tener en su haber luego de su conversión. Nada de eso, simplemente Ananías abrió su boca para decir la palabra que lo identificaba a Saulo con el mismo Padre que él tenía. El discípulo de Damasco debió lidiar al principio con la posibilidad de identificar a Saulo como su hermano en la fe, pero su corazón tierno le llevó a responder inmediatamente al mandato del Señor, "El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste"... (9:15a). Saulo, por su parte, probablemente luchó con la necesidad de aceptar ser llamado hermano pues su pasado, en un sentido, le persiguió toda su vida; él dijo años después, "habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador" (1 Ti. 1:13) Pero el vínculo había sido creado en el Calvario. Ninguna historia pasada, de ningún tipo de nivel espiritual y moral puede evitar que dos personas se vean como "hermanos" cuando han sido salvos por Jesucristo.
Una palabra de advertencia, sin embargo, es necesario expresar; pues tanto como maravilloso es el término "hermano" cuando es usado en el marco doctrinal y práctico que autoriza la Biblia; también lo es de peligroso, dañino, fuente de confusión y distorsión de la verdadera gracia cuando se llama "hermano" a quien no lo es. En la iglesia de Cristo no hay primos, solamente hermanos. Iglesias enteras han enviado personas a una condenación eterna por llamar hermanos a quienes no lo eran y por vincular el término con personas que nunca tuvieron del Espíritu de Dios la libertad de decir "¡Abba , Padre!" (Gál. 4:6); individuos que hubieran precisado que se les recordara mejor lo que Jesús dijo a sus contemporáneos religiosos, "Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer" (Jn. 8:44). ¿Eres "hermano" de otros cristianos? ¿Puedes llamar a otros de esa manera? Hay una sola forma de hacerlo, siendo hijo de Dios "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Jn. 1:12)
¡Dios te bendiga!
-Biblia, Mate y Oración-
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