"Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas" - Mateo 22:36-40
Jesús estaba rodeado de personas que permanentemente buscaban hallarlo en alguna falta, algo imposible porque él "no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca" (1 Pe. 2:2); sin embargo y especialmente los religiosos contemporáneos insistían de manera que el Señor tropezara y pudieran condenarle. Pero Jesús aprovechó cada oportunidad no solamente para desenmascarar a los hipócritas sino también para enseñar nuevas lecciones. Tal es el caso de hoy, donde un intérprete de la ley no hizo más que dar pie a una de las más importantes declaraciones de Cristo con su pregunta sobre el gran mandamiento.
Solamente dos son las cosas que dan la certeza a Dios y al hombre acerca de su verdadera condición espiritual; dos mandamientos que resumen de forma definitiva lo que se precisa saber y hacer para constatar la seguridad de tener un corazón regenerado, esto es, amor a Dios y amor al prójimo. Ninguna otra cosa puede superar el amor hacia Dios; él debe ser amado con todo el ser, corazón, alma y mente; es obvio que nadie ha hecho esto que no fuera el Señor Jesús, pero es absolutamente cierto que esto es lo que también ocurre cuando el nuevo nacimiento es experimentado en cualquier pecador. En la conversion, el primer fruto es el fin de la enemistad entre el hombre y Dios y es el comienzo de una relación profunda de amor que nunca antes existió y que ahora es la norma de vida.
Pero Jesús avanzó en su exposición demostrando que cuando este primer mandamiento es vivido, otro surge naturalmente, que es amar al prójimo. No dijo nada nuevo el Señor, pero descubrió la maldad inherente de quienes le tentaban y remarcó un hecho y razonamiento indiscutible que luego el apóstol Juan se encargaría de enseñar cuando dijo: "Si alguno dice:Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?" (1 Jn. 4:20). ¿Te das cuenta? No es algo opcional sino una consecuencia natural de amar a Dios sabiendo que él nos amó primero. La iglesia de Cristo se sostiene bajo estas dos premisas: Amas a Dios, y amas también a tu hermano.
Génesis 3 es una ilustración del quebranto del primer mandamiento donde básicamente lo que Adán y Eva hicieron fue mostrar que no amaban a Dios. Génesis 4 es también una ilustración de la falta en el segundo mandamiento constatado por el homicidio de Abel a manos de su hermano Caín. Ya ves como Dios ilustró esto desde el inicio, y ya sabes cómo medir tu propia condición si profesas conocer a Dios. ¿Lo amas? Y si así lo afirmas, ¿revela tu actitud hacia tu prójimo esta aseveración?
¡Dios te bendiga!
-Biblia, Mate y Oración-
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