"Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro)" - Juan 20:16
No hizo falta un largo diálogo, ni muchas preguntas, ni una serie de palabras rebuscadas; no hizo falta una clase de teología, ni una repetición de profecías cumplidas, ni tampoco fue necesario un milagro o una aparición sobrenatural. Nada de eso; solamente un nombre por un lado, y otro nombre como respuesta por el otro lado. Tal es el trato íntimo que Jesús tiene con los suyos; con solo mencionar el nombre de ella, María se volvió hacia el Señor y lo llamó Maestro. Las circunstancias en que ella oyó su nombre y la respuesta que dio intensifican aún más el profundo amor que no pueden apagar las aguas. María buscaba el cuerpo del Señor; y la primera pregunta de Jesús al resucitar fue "¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?" (20:15). Ella buscaba un muerto, Jesús la inquirió por alguien vivo. De manera que al escuchar su nombre en la voz de su Maestro, toda la angustia, la tristeza, la pérdida de esperanza y la incertidumbre, se esfumaron para siempre.
¿Es posible? ¿Puede ocurrir contigo y conmigo? Ya lo creo, lector; porque la voz del Amado al corazón de los suyos, sus ovejas; es la única que puede hacernos volver de la búsqueda de una paz pasajera a una permanente. Es que las preocupaciones hacen que otras cosas y otros sonidos tapen la voz del Señor de manera que nos hallamos a menudo como adormecidos y acongojados; perplejos y desorientados. Pero entonces se oye la voz del Señor; "¡María!" ¡Oh, qué gran dicha cuando habiendo hojeado por días y más días la Biblia, aumentando la cantidad de historias y capítulos leídos, repentinamente ella vuelve a ser para nosotros lo que siempre debió ser, la voz de Cristo!
¿Cuánto hace que no te vuelves al Señor tras escuchar que te llama por tu nombre? ¿Cuánto hace que tu lectura de la palabra de Dios no se transforma en un diálogo simple y corto; único y personal con tu Salvador, y en una relación que enriquece el alma? Fueron sólo dos palabras entre Jesús y María, porque el mismo Señor había dicho "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen" (Jn. 10:27), y eso fue suficiente. Tú lo sabes también si has sido rescatado por el Buen Pastor, y debe continuar siendo el mayor anhelo seguir oyendo su voz. ¿Quieres mantener esa fresca y firme relación? El llama primero siempre, es su gracia la que nos despierta para reconocer su voz; y no obstante eso, sería especial que siempre tengamos a flor de labios las palabras del Cantar de los Cantares, "Apresúrate, amado mío" (8:14).
¡Dios te bendiga!
-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso
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