martes, 3 de marzo de 2015

ECHANDO EL AGUA NECESARIA

"Y el limpio rociará sobre el inmundo al tercero y al séptimo día; y cuando lo haya purificado al día séptimo, él lavará luego sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será limpio a la noche." - Números 19:19

    Si bien todo el capítulo diecinueve de Números tiene una aplicación directa como figura de la obra de Cristo en la cruz para la limpieza de obras muertas y de mala conciencia (Heb. 9); el pasaje también es rico en figuras prácticas para el creyente. Una de ellas se desprende del pasaje que hoy tenemos de cabecera. Es notable que en una ceremonia de purificación, no era el sacerdote quien debía rociar el agua de la purificación sobre la persona ceremonialmente inmunda, sino un hombre común y corriente mas no contaminado de la misma forma que su semejante.
    Después de tomar los recaudos y directrices esenciales llegaría el momento en que "el limpio rociaría sobre el inmundo" en dos oportunidades y de esta manera quedaría purificado. De esta forma alguien que no era un levita se acercaba para participar en la purificación del prójimo. Nadie en Israel era limpio por naturaleza ya que ningún ser humano lo es; y no era esta limpieza la que enseñaba el pasaje sino la que permitía estar frente a Dios sin pecados conocidos no confesados, lo cual era sinónimo de estar "ceremonialmente impuro." El santuario tenía reglas específicas cuyo no cumplimiento significaba en muchas ocasiones, la muerte del individuo.
    La iglesia de Cristo necesita más personas "limpias" dispuestas a "rociar el agua de la purificación" sobre aquellos que no lo están. No son los responsables de la limpieza del prójimo sino los instrumentos para dar a conocer el perdón. El Nuevo Testamento lo describe de esta manera "Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo." (Gál. 6:1-2)
   Pocas cosas son tan bendecidas en la iglesia como cuando hermanos en comunión con el Señor son instrumentos de restauración humilde en las manos de Dios, así lo dice la Escritura, "Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados." (Stgo. 5:19-20). Ninguna cosa puede suplantar la obra de Cristo como medio único y suficiente para la limpieza del pecado en el pecador sin Dios, pues "la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado." (1 Jn. 1:7); pero cuán satisfactorio es cuando un hermano se acerca a otro que se encuentra en falta y descuido delante de Dios y le ofrece el "agua de la purificación" de la Palabra de Dios y sus promesas de restauración. Sólo un pequeño acto de rociamiento puede significar la bendición de otra persona que de otra forma continuaría lejos de la comunión con Dios. 
    Está atento a las necesidades de otros que permanecen sin una vida que honra al Señor pero que están esperando que alguien "limpio" se acerque con la solución oportuna.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, mate y oración-
© Copyright Ricardo Daglio - 2013


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