domingo, 8 de marzo de 2015

¡PERO SI ES CASI LO MISMO!

"Por tanto, dijeron, si hallamos gracia en tus ojos, dése esta tierra a tus siervos en heredad, y no nos hagas pasar el Jordán. Y respondió Moisés a los hijos de Gad y a los hijos de Rubén: ¿Irán vuestros hermanos a la guerra, y vosotros os quedaréis aquí?" - Números 32:5-6


    El relato acontece en uno de los momentos históricos más esperados por la nación de Israel; la entrada a la tierra prometida; cuarenta años de peregrinaje disciplinario están llegando a su fin. La promesa hecha a Abraham y confirmada a Isaac y a Jacob, está a punto de ser una bendecida realidad. Allí nomás, del otro lado del Jordán se encontraba aquello que demostraba a todo el mundo que Dios es fiel. Un pueblo en multitud conformado por doce tribus numerosas, ahora dejaría de ser peregrino para transformarse en  propietario de la tierra de la cual fluye leche y miel, la de las inmensas uvas, higos y valles fructíferos.
    Pero allí nomás, en el borde; en el límite entre la promesa y la vida pasada llena de recuerdos de rebeldías, murmuraciones y quejas contra Dios; allí mismo dos tribus, Gad y Rubén hacen un pedido que nos resultaría insólito sino supiéramos que el corazón es engañoso tal y como lo refleja la Escritura vez tras vez. Ellos pidieron, "no nos hagas pasar el Jordán"; en otras palabras, "esto es casi lo mismo y tenemos lo que deseamos." Ya lo había dicho Jacob, cuando dio la profecía final sobre sus hijos antes de morir, en cuanto a uno de ellos dijo, "Gad, ejército lo acometerá" (Gn. 49:19), ya que su decisión para su futura ubicación geográfica le expuso a las futuras invasiones. Y en cuanto a la otra tribu, fue Moisés quien oró: "Viva Rubén, y no muera" (Dt. 33:6), ya que correría la misma suerte que Gad.
    Este es uno de tantos relatos bíblicos que ilustran el corazón dividido, la mente ambigua y el espíritu pragmático, pero que en realidad le dan la espalda a Dios aunque esperando sus beneficios mientras abrazan lo conveniente a sus pasiones y concupiscencias. No vacilan en comparar los deseos mundanos nobles con las promesas divinas santas y colocarlos en balanza para forzar un equilibrio inexistente. Vivir en el borde de la obediencia no es vivir dentro de la promesa; de esta manera se está tan afuera como el que se halla más lejos. 
    Moisés enfrentó a Gad y Rubén con la misma pregunta que el Espíritu de Dios hace a todos aquellos que abandonan la lucha contra principados y potestades y gobernadores de las tinieblas de este siglo, haciendo una tregua conciliatoria: "¿Irán vuestros hermanos a la guerra, y vosotros os quedaréis aquí?" ¿Dejarán estas dos tribus que sus hermanos batallen sin apoyo de todos como un solo hombre? Pero si es esto mismo lo que ocurre en la iglesia de Cristo, cuando un puñado de hombres y mujeres fieles batallan contra la mentalidad mundana mientras tantos otros que concurren al mismo templo, con el mismo pastor y la misma Biblia, no parecen inmutarse ni incomodarse. ¿Seguirán vuestros hermanos batallando contra la inmoralidad permisiva, contra la mentira justificada, la moda y las pasiones aprobadas, la filosofía paternal egocéntrica, la desobediencia insolente de los hijos; mientras vosotros os quedáis en el borde? ¿Batallarán solos? 
    Es hoy una imperiosa necesidad que examinemos con profundidad nuestras verdaderas motivaciones, no sea que escojamos la comodidad diabólica e infernal de vivir "casi en la obediencia", pero engañando nuestros corazones, exponiendo nuestras vidas a la ruina segura y abandonando a todos los que luchan gozosos por la gloria de Cristo y de una iglesia con un evangelio efectivo.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, mate y oración-
© Copyright Ricardo Daglio - 2013 

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