"Entonces dijo Dios a Balaam: No vayas con ellos, ni maldigas al pueblo, porque bendito es. Así Balaam se levantó por la mañana y dijo a los príncipes de Balac: Volveos a vuestra tierra, porque Jehová no me quiere dejar ir con vosotros." - Números 22:12-13
Cuántos podrán recordar oportunidades en la niñez o adolescencia cuando debían responder con un "mi mamá no me deja" a la invitación de amigos para algún rato de diversión o lugar donde ir. Nuestro tono de voz y nuestro rostro con toda probabilidad lo decía todo: "Me muero de las ganas pero no puedo."
Esto es algo similar a lo que pasó con Balaam, sólo que en un contexto más serio; similar porque al igual que nuestras madres, Dios veía la verdadera motivación y peligro de antemano, pero más serio porque en el caso de Balaam las consecuencias eran eternas. El conocimiento preventivo de nuestras mamás competía con nuestra pasión e intemperancia. En cuanto a Balaam, el designio y santidad de Dios competían con su codicia y pasión por lucrar.
Se aventuró a buscar a Dios no para consultar sino para obtener la aprobación que le permitiera hacer lo que su corazón codiciaba: Ministrar por dinero. Cuando no consiguió lo que anhelaba respondió con diplomacia a los mensajeros de Balac: "Jehová no me quiere dejar ir con vosotros." Es decir: "Yo quiero, pero no me dejan." Muy a menudo cristianos en distintas congregaciones tienen este vocabulario "balaámico" cuando luego de pedir consejo pastoral sobre asuntos delicados, aún escuchando una respuesta bíblica y sensata, simplemente pregonan: "En mi iglesia no me dejan", demostrando ser la clase de personas que describe el profeta: "Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí" (Is. 29:13).
"No me dejan tomar, no me dejan fumar, no me dejan ir a bailar, no me dejan casarme con quien me gusta, no me dejan...etc, etc." Estas son las más típicas respuestas de quienes como Balaam, codician pero no razonan por qué Dios pide lo que pide; no tienen piedad en sus corazones para aborrecer lo que Dios aborrece y escoger lo que Dios escoge y cual el falso profeta que "amó el premio de la maldad" (2 Pe. 2:15), éstos también prefieren sus propios caminos antes que los de Dios.
¿Te encuentras cuestionando lo que Dios prohibe en su palabra para tu bien? ¿Estás falseando la Escritura para hacer copartícipe a Dios de tu obstinación y desenfreno? ¡Cuidado! Porque aparte de truncarte un camino de paz, terminarás diciendo de Dios lo que tantos hijos dijeron en su vida adulta: "Mamá tenía razón."
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
© Copyright Ricardo Daglio - 2013
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