"Mas el día de reposo, dos corderos de un año sin defecto, y dos décimas de flor de harina amasada con aceite, como ofrenda, con su libación. Es el holocausto de cada día de reposo, además del holocausto continuo y su libación." - Números 28:9-10
Esta es la primera mención de un sacrificio especial en el día de reposo. Claramente se indica que debían ofrecer el doble de lo que hacían los restantes días de la semana. Para Israel el día continuaba siendo un día de reposo, pero el sacrificio debía duplicarse. Es evidente que Dios deseaba que el pueblo comprendiera la importancia de esta jornada apartada de manera especial. Todos los días ellos debían ofrecer el sacrificio de expiación, pero una doble porción era el mandato para el séptimo.
El sacrificio de Cristo en la cruz fue de absoluta y final satisfacción para la justicia de Dios por nuestros pecados; no hacen falta más de estos sacrificios para nada. Jesucristo es nuestra justicia y nuestra paz; pero aún apartamos un día en siete para honrar y adorar a nuestro Redentor. El primer día de la semana, donde hacemos memoria de la resurrección de Cristo y nos deleitamos en él como nuestro final reposo que es el asunto principal, bien haremos en duplicar nuestra atención en su obra. Es adecuado y saludable para el alma velar para que en este día nosotros presentemos el sacrificio que requiere el Señor pero con una doble intensidad, obedeciendo el ruego del Espíritu Santo "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta." (Ro. 12:1-2).
Presentamos nuestros cuerpos al Señor como sacrificio vivo, y eso incluye nuestra mente. Durante la semana, los quehaceres y responsabilidades naturalmente ocupan nuestros pensamientos y atención por causa de nuestras labores y aunque procuramos disfrutar de la comunión con nuestro Salvador, tenemos horarios que cumplir que contribuyen a una mayor distracción del alma. Mas no debe ser así el día del Señor; en esta oportunidad, nuestra mente puede y debe fundirse en meditación acerca de la grandeza, las bondades y las misericordias del Amigo de los pecadores. Es justo y bueno que doblemos nuestra atención en ese día; es sano para el alma no llevar los compromisos laborales al banco donde nos sentamos a oír la Palabra; es honrar al Señor el no estar pendientes en ese día de compras de supermercado y tareas tediosas que evidentemente limitarán nuestra concentración en la adoración.
Dios quería que su pueblo santificara el día de reposo de una manera distinta; que se observara una diferencia con el resto de los días. No podían ser más santos, y tampoco nosotros; pero sí podían reflexionar con mayor intensidad sobre el significado del momento. Preparemos bien nuestros corazones y mentes para adorar a Dios cada primer día de la semana. Dupliquemos nuestra atención en El y gocemos de sus beneficios que son muchos.
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
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