"Mas (Uzías) cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina;"... "y en su ira contra los sacerdotes, la lepra le brotó en la frente, delante de los sacerdotes en la casa de Jehová,"... "Así el rey Uzías fue leproso hasta el día de su muerte,"..."Y durmió Uzías con sus padres, y lo sepultaron con sus padres en el campo de los sepulcros reales; porque dijeron: Leproso es." - 2 Crónicas 26:16, 19, 21, 23
Uzías, un hombre que prometía mucho, como monarca pero especialmente como monarca piadoso. El cronista dice que "persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías, entendido en visiones de Dios; y en estos días en que buscó a Jehová, él le prosperó." (v.5) . Es obvio que esto iba a acontecer, es una promesa que leemos en Salmo 1 y en Josué 1:8; que los que buscan al Señor son prosperados por él.
Con Uzías no hubo excepción, pero el problema del rey es que "no supo manejar el éxito y no le alcanzó con ser rey, quería ser sacerdote también". (Wiersbe). La lepra, una enfermedad cruel, que hacía ceremonialmente impuro a quien la padecía, ignominiosa por su apariencia y definitivamente excluyente; llegó de manera repentina a la vida del rey como resultado de su ira contra los sacerdotes, pero especialmente por causa de su orgullo. Lo que se vio en su frente, no era peor que lo que había dentro de su corazón, y el que debía ser recordado como uno de los reyes más destacados, terminó sus días rememorado como "El Leproso".
El orgullo y la soberbia son pecados serios, especialmente cuando surgen luego de experimentar los beneficios y las bendiciones de Dios, que ya son inmerecidas de por sí. Cuando las evidencias de este pecado aparecen en las actitudes, vocabulario y el trato que dan a otros quienes son así, es bueno acordarnos que el asunto comenzó tiempo atrás dentro del corazón; "Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu." (Pr.16:18).
Examinemos a diario y permanentemente nuestras vidas para que siga las instrucciones de Jesús quien dijo: "aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón"... (Mt. 11:29). Las bendiciones de Dios deben humillarnos, no exaltarnos; permanece con esta perspectiva y serás de utilidad a la extensión del evangelio.
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso
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