"Yo seré a Israel como rocío; él florecerá como lirio, y extenderá sus raíces como el Líbano. Se extenderán sus ramas, y será su gloria como la del olivo, y perfumará como el Líbano" - Oseas 14:5-6
Llegando al final de su profecía, Oseas mantiene el estilo literario de la mayoría de las diferentes secciones de su mensaje: Una promesa de restauración que continua a un mensaje de juicio; solo que en este caso la acompaña con una exhortación y súplica por el arrepentimiento de la nación para gozar de esa futura bendición divina, "Vuelve, oh Israel, a Jehová tu Dios; porque por tu pecado has caído. Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios" (vs. 1 y 2).
Con una notable expresión poética que utiliza figuras de la naturaleza, el profeta describe lo que acontecerá a la nación arrepentida y perdonada; será un pueblo caracterizado por su productividad y su atractivo. Es esto lo que Dios espera de todo redimido, es su mayor placer bendecir a quienes ha perdonado y transformado. Observa cómo Oseas pone de relieve esta condición particular y cómo es imposible no pensar acerca de nuestra propia vida y relación con Dios.
Primero es la descripción de Dios proveyendo el agua necesaria, porque nada es posible sin su visitación al alma y porque cualquier bendición genuina proviene de lo alto ya que "la bendición de Jehová es la que enriquece" (Pr. 10:22) y porque se promete que Dios "bendecirá con bendiciones de los cielos de arriba" (Gn. 49:25). Y luego el profeta habla del florecimiento - que describe la hermosura que existe en un corazón que abandonó el pecado, el cual afea a cualquier hijo de Dios. Más aún, se describe la fortaleza interna y externa -en la mención de las raíces y las ramas- porque el pecado también debilita, pero la gracia de Dios recobra las fuerzas en el hijo de Dios; algo que ocurre dentro de su alma pero que se exterioriza en su diario vivir.
Oseas no detiene su descripción y menciona la gloria del olivo, representando con ello la recuperación del valor luego del arrepentimiento y la confesión; valor perdido por el pecado pero ahora transformado por el rocío divino; el corazón contrito dice: "ya no soy digno de ser llamado tu hijo"... pero el corazón de Dios responde: "este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado". (Lc. 15:19, 24)
Finalmente, es el turno de la fragancia en el creyente... "perfumará" -dice Oseas; y es claro que "una fragancia no tienen ningún valor útil en sí misma, pero es un deleite para quien la huele" (Boice). El pecado causa mal olor pero cuando Cristo transforma y renueva el alma, entonces "por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento" (2 Cor. 2:14). Así, estimado lector, tu tienes un cuadro completo de lo que hace la gracia de Dios en el corazón cuando hay verdadera súplica por restauración y perdón. Cuando Oseas comienza su profecía habla de Dios llevando a su pueblo al desierto, "Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón" (2:14); y finaliza describiendo al pueblo como un futuro bello jardín. ¿Quieres la misma transformación? Sigue los pasos y recomendaciones del Gran Jardinero, confiesa el pecado y vuélvete como un próspero jardín.
¡Dios te bendiga!
-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso
Llegando al final de su profecía, Oseas mantiene el estilo literario de la mayoría de las diferentes secciones de su mensaje: Una promesa de restauración que continua a un mensaje de juicio; solo que en este caso la acompaña con una exhortación y súplica por el arrepentimiento de la nación para gozar de esa futura bendición divina, "Vuelve, oh Israel, a Jehová tu Dios; porque por tu pecado has caído. Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios" (vs. 1 y 2).
Con una notable expresión poética que utiliza figuras de la naturaleza, el profeta describe lo que acontecerá a la nación arrepentida y perdonada; será un pueblo caracterizado por su productividad y su atractivo. Es esto lo que Dios espera de todo redimido, es su mayor placer bendecir a quienes ha perdonado y transformado. Observa cómo Oseas pone de relieve esta condición particular y cómo es imposible no pensar acerca de nuestra propia vida y relación con Dios.
Primero es la descripción de Dios proveyendo el agua necesaria, porque nada es posible sin su visitación al alma y porque cualquier bendición genuina proviene de lo alto ya que "la bendición de Jehová es la que enriquece" (Pr. 10:22) y porque se promete que Dios "bendecirá con bendiciones de los cielos de arriba" (Gn. 49:25). Y luego el profeta habla del florecimiento - que describe la hermosura que existe en un corazón que abandonó el pecado, el cual afea a cualquier hijo de Dios. Más aún, se describe la fortaleza interna y externa -en la mención de las raíces y las ramas- porque el pecado también debilita, pero la gracia de Dios recobra las fuerzas en el hijo de Dios; algo que ocurre dentro de su alma pero que se exterioriza en su diario vivir.
Oseas no detiene su descripción y menciona la gloria del olivo, representando con ello la recuperación del valor luego del arrepentimiento y la confesión; valor perdido por el pecado pero ahora transformado por el rocío divino; el corazón contrito dice: "ya no soy digno de ser llamado tu hijo"... pero el corazón de Dios responde: "este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado". (Lc. 15:19, 24)
Finalmente, es el turno de la fragancia en el creyente... "perfumará" -dice Oseas; y es claro que "una fragancia no tienen ningún valor útil en sí misma, pero es un deleite para quien la huele" (Boice). El pecado causa mal olor pero cuando Cristo transforma y renueva el alma, entonces "por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento" (2 Cor. 2:14). Así, estimado lector, tu tienes un cuadro completo de lo que hace la gracia de Dios en el corazón cuando hay verdadera súplica por restauración y perdón. Cuando Oseas comienza su profecía habla de Dios llevando a su pueblo al desierto, "Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón" (2:14); y finaliza describiendo al pueblo como un futuro bello jardín. ¿Quieres la misma transformación? Sigue los pasos y recomendaciones del Gran Jardinero, confiesa el pecado y vuélvete como un próspero jardín.
¡Dios te bendiga!
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