"Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso"... "¿Es tiempo de tomar plata, y de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas? Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre"... "(los leprosos) se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey." - 2 Reyes 5:1, 26-27; 7:9
Una secuencia particular de acontecimientos se suscita en los capítulos 5 al 7 del Segundo libro de Reyes; y en ellos la enfermedad de la lepra juega un papel importante en la enseñanza de hoy. En primer lugar está el caso de Naamán, general sirio que poseía todo lo que un militar quisiera tener: reconocimiento, estima y valor; pero lamentablemente enfermo de lepra. Toda su gloria y todos sus portentos quedaban en la nada ante la presencia de este flagelo cruel en su vida.
Luego aparece el caso de Giezi, siervo del profeta Eliseo; su codicia fue más inoportuna que nunca puesto que mintió para obtener ganancia a costa de la sanidad de Naamán por el ministerio del profeta, justamente en momentos de gran hambruna en la nación de Israel. El resultado de semejante pecado derivó en lepra para él y sus descendencia por siempre.
Finalmente leemos acerca de cuatro leprosos que no teniendo ninguna esperanza de vivir por el hambre en Samaria, decidieron pasarse a los sirios para vivir o morir. A llegar al campamento enemigo, sólo hallaron despojos por lo que comenzaron a posesionarse de ellos hasta que surgió el diálogo que describe nuestro texto de hoy y comprendieron que hacían mal en un día de buenas nuevas.
Muchas personas son como Naamán; lo poseen todo pero en realidad no tienen nada porque la ausencia de paz y relación con Dios revelan el pecado no perdonado que, como la lepra, los consume y opaca absolutamente la bendición material de sus vidas. Como el general sirio, solamente una intervención divina por medio del evangelio los librará de su miserable condición.
Otros son similares a Giezi, cuyo orgullo, egoísmo, avaricia y engaño los mantiene enfermos ya que "raíz de todos los males es el amor al dinero" (1 Ti. 6:10); una condición que transmiten a su familia y a sus hijos haciéndolos también miserables y materialistas insaciables.
Y hay también personas que son como los cuatro leprosos, quienes cuando aún bajo profundas limitaciones logran discernir que hay buenas nuevas para compartir con necesitados y que "más bienaventurado es dar que recibir" (Hechos 20:35); obran con valor, especialmente cuando conocen que Jesucristo es la solución definitiva para el corazón sin Dios y sin paz. Resta preguntar, ¿dónde te encuentras tú, estimado lector? Sin paz, como Naamán; amargado en la codicia, como Giezi; o bajo convicción de que no es posible callar las buenas nuevas como los cuatro leprosos? Escoge el que te quede mejor.
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso
No hay comentarios :
Publicar un comentario