jueves, 23 de julio de 2015

LO PRIMERO, PRIMERO

"Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre" - Isaías 32:17

    ¡Paz! ¡Paz! - se oye a menudo como parte del clamor de la gente a causa de las aflicciones, tristezas y diversas, guerras o situaciones incontrolables. La paz es un tesoro preciado para el hombre pero notablemente ausente en su vida cotidiana, tanto individual como colectivamente; no hablamos necesariamente de conflictos bélicos sino de asuntos mucho más diminutos que esos en comparación pero absolutamente duros de sobrellevar como puede ser un conflicto laboral con una compañero, o un fracaso matrimonial, una gran deuda económica y, sin duda alguna, la más profunda: La falta de paz por temor a morir.
   En su afán por obtener paz muchas personas pretenden solucionar conflictos, consolidar relaciones, emprender nuevos rumbos. El resultado siempre es el mismo y nunca se puede concretar lo que se necesita para la anhelada tranquilidad del alma. Isaías antepone a la justicia como cualidad indispensable y prioritaria para el disfrute de la paz y el reposo. Pero no es una justicia basada en actitudes justas sino basada en un hecho justo; y es indispensable entender que este único hecho justo proviene de Dios y no del hombre. Debes entender bien, lector, que la única paz que es válida, necesaria y más preciada que cualquier otra situación de tranquilidad, es la paz que otorga Dios y que resulta de saber con absoluta certeza que el pecado ha sido perdonado para siempre.
    Nunca será posible que la paz anteceda a la justicia porque Dios demanda el cese del conflicto espiritual-legal entre Dios y el hombre para que este pueda acceder a la paz que también proviene del mismo Señor. Resonarán para siempre las palabras que el Espíritu Santo guió a escribir al apóstol Pablo cuando dijo: "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Ro. 5:1). No es paz consigo mismo lo que el hombre necesita en primer lugar, sino paz con Dios; y esta es una paz que resulta de la justicia divina enteramente satisfecha; lo demás es una consecuencia directa y segura. Justicia de Dios, y luego paz de Dios; no al revés.
    Cuando el escritor de Hebreos describió al Señor Jesucristo proféticamente representado en Melquisedec, lo hizo específicamente de esta manera, "cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz" (7:2). Si estás buscando paz, no es algo anormal pero no es lo primero que debes perseguir; tienes que creer y respetar el orden del cielo que requiere de un castigo justo sobre el pecado para que la paz sea un asunto permanente. Toma aliento, esto ya ocurrió en la cruz del calvario cuando Cristo entregó su vida y donde "La justicia y la paz se besaron" (Sal. 85:10). Sólo resta que pongas tu confianza en su persona, porque él es el Príncipe de Paz.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso

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