"Hijos míos, no os engañéis ahora, porque Jehová os ha escogido a vosotros para que estéis delante de él y le sirváis, y seáis sus ministros, y le queméis incienso." - 2 Crónicas 29:11
¿Qué hacer cuando se siente incapacitado espiritualmente? ¿Qué hacer cuando ese sentimiento está rodeado de fracasos en la vida cristiana y con angustias y cargos de conciencia que hunden al corazón más y más en desesperación, apatía y desgaño? ¿Y si todo alrededor no favorece tampoco para una decisión de cambio?
Pues así es como quizá se sentían los levitas en tiempos del rey Ezequías ya que antes de su arribo al trono, las puertas del templo estaban cerradas y los ministerios levíticos clausurados, y los mismos que debían ministrar se encontraban incapacitados de hacerlo por su propia infidelidad. ¿Cuál era la opción para todos ellos?
El rey tuvo la visión, el discernimiento y la certeza necesaria para comprender que eran ellos y nadie más quienes debían tomar la responsabilidad de ministrar. Ezequías era un monarca consagrado de corazón y su temor de Dios y el amor por su ley le daban plena confianza para alentar a los levitas de esta manera. Lo que era necesario hacer tenía que ver con obediencia y purificación, y así lo entendía el rey cuando los exhortó: "Y les dijo: ¡Oídme, levitas! Santificaos ahora, y santificad la casa de Jehová el Dios de vuestros padres, y sacad del santuario la inmundicia." (v. 5)
¿Tú eres la clase hijo de Dios que piensas que ya no hay vuelta atrás con tus fracasos y mal ejemplo? ¿Crees que tu vida ya no puede tener efectividad espiritual? Considera: Cuando Cristo te compró con su sangre adquirió todos los derechos sobre tu persona y juntamente con ello hizo provisión para todos tus pecados y fracasos pasados, presentes y futuros. Eres tu quien debe servir y no otro; así lo dice el libro de Hebreos, "¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?" (9:14)
Deja de tenerte lástima y confiesa que el orgullo te ha engañado y una falsa humildad te ha hecho pensar que no eres digno de servir a Dios cuando él te ha llamado a hacerlo. El rey Ezequías tuvo la valentía de decirlo a los levitas y ellos aprendieron la lección, pues la escritura dice que "los levitas fueron más rectos de corazón para santificarse que los sacerdotes" (v. 34). Ahora te toca a ti obedecer, confesar y hacer lo que corresponde sin dar vueltas ya que "somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Ef. 2:10)
¡Dios te bendiga!
-Biblia, mate y oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso
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