jueves, 22 de octubre de 2015

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"Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete." - Mateo 18:21-22

   Nadie lo niega, no es fácil perdonar a quien o quienes nos han ofendido; pero más difícil es aún hacerlo siempre. Y Pedro estaba perplejo acerca de la manera en que Jesús enseñaba sobre el perdón; y su trasfondo de aprendizaje de los rabinos seguramente le jugó una mala pasada, puesto que luego de escuchar al Señor hablar acerca del tema, se acercó con una pregunta que aparentaba longanimidad y aires de una condición espiritual saludable, pero se equivocó. Es que él entendió que debía tomar la iniciativa al perdonar al ofensor, pero creyó que había un límite para una actitud misericordiosa y en la disposición a razonar con el prójimo. "He perdonado siete veces; ¿está bien así, Señor?" Pedro Pensó que el espíritu perdonador "podía ser medido, contado, evaluar su peso, poco a poco hasta llegar a su límite y luego parar." (Hendriksen)
    El Señor Jesús estaba por dar una lección a su discípulo que transcendería por siempre. Usó la numeración para acomodar la enseñanza al razonamiento de Pedro, porque el siete era el número perfecto, y el cálculo matemático que hizo simplemente comunicaba que el perdón nunca tiene límites, porque no es una asunto de cálculos sino un estado del corazón. Esto desintegró totalmente lo que Pedro había asumido; la lección había sido dada.
    La clave para mantener este espíritu perdonador siempre es recordar con quién nos medimos para evaluar lo que hacemos con el ofensor. Entonces las palabras del señor a su siervo en la parábola que Jesús enseñó a sus discípulos luego de hablar del perdón, son palabras que deben formar parte permanente de nuestro recuerdo cada vez que somos ofendidos; "toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? (18:32b-33) Vuelve a mirar a la cruz y recuerda cuánto te perdonó el Señor; no tiene medida.
    No es necesario que vivas ofendido, aunque no te hayan pedido perdón; no necesitas vivir en amargura, rencor y malos pensamientos. Puedes perdonar igual, eso es lo que Jesús enseña; busca la reconciliación tácitamente, es posible únicamente pensando en el supremo ejemplo de perdón que a su vez es el modelo para imitar, "De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros." (Col. 3:13) ¿Comprendes la importancia de tener a Jesucristo como ejemplo y no solamente como Salvador? Una y otra vez está allí para que hagamos lo mismo, es la transformación que el evangelio hace en las relaciones conflictivas entre los hombres. Sólo Cristo nos enseña cómo perdonar. No pares de contar.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso

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