jueves, 1 de octubre de 2015

DIVINA COTIDIANIDAD

"Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase, conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor... Y se le apareció un ángel del Señor..." - Lucas 1:8-9, 11

    La posibilidad de ofrecer el incienso para los sacerdotes era en la mayoría de los casos algo que acontecía una sola vez en la vida, y por esta razón implicaba un privilegio inigualable. Esto se hacía echando suertes para decidir quién sería el responsable de llevar a cabo el servicio mencionado; y si bien es cierto que "la suerte se echa en el regazo; mas de Jehová es la decisión de ella" (Pr. 16:33), no podemos pasar por alto el hecho de que Zacarías, siendo un sacerdote de edad avanzada no abandonó la responsabilidad de ejercer el sacerdocio delante de Dios y junto a Elisabet, su esposa también mayor, no cesaron de orar por el hijo que jamás habían tenido a causa de la esterilidad de ella. Persistieron, quizá recordando que "en todo el Antiguo Testamento cada vez que se menciona a una mujer que no podía tener hijos también registra que lo tuvieron más tarde." (Marshall).
    La oración de Zacarías era necesaria, pero no menos el continuar cumpliendo sus responsabilidades; y un día en su tarea cotidiana le tocó en suerte ofrecer el incienso, con toda probabilidad la única vez que lo hizo, pero fue el día en que Dios envió al ángel Gabriel (Lc. 1:19) para anunciarle el nacimiento de tan esperado y ansiado hijo. No sólo sería la llegada de un hijo sino también la llegada del último profeta del antiguo pacto: Juan el Bautista. Valió la pena orar y valió la pena estar cumpliendo con los compromisos asignados.
    No es el único caso en la escritura donde se observa que Dios obra generalmente a través de los acontecimientos comunes y cotidianos, pero es uno de los más significativos. Es el testimonio repetido de la palabra de Dios que nos anima e impulsa a continuar haciendo diariamente aquello que es nuestra obligación. Aprende a valorar lo que tienes y donde estás, sea trabajo, familia o el hogar; recuerda cómo llegaste allí y no te sorprenderás que al repasar tu historia la mayoría de los momentos más importantes y bendecidos en tu vida acontecieron no en un marco de éxtasis inexplicable sino con la lapicera, o la pala en la mano, o el estetoscopio, o planchando ropa o yendo de compras; es decir, cuando hacías lo que debías. Continúa así, Dios creó el mundo de la nada de manera extraordinaria, no debería sorprenderte que use cualquier circunstancia ordinaria para bendecir tu vida.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso

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